Una francesa de origen africano logra escapar después de haber sido detenida en la República Dominicana. Se refugia en el barrio más peligroso de Santo Domingo (Capotillo), donde es recogida por un grupo de niños. Al convertirse en su protegida y figura materna, verá su destino cambiar de manera inexplicable.
El cine dominicano finalmente ha logrado tener historias que muestren las diferentes vertientes de esta cultura: lo bueno y lo malo. Después de muchos años donde parecían cosechar tramas internacionales y adaptarlas con rostros locales, se están estandarizando cada día las películas sobre la insularidad, el folklore, las tradiciones y las costumbres. Pero a su vez, hay una particularidad dominicana que no se demuestra con frecuencia, y esa es la gran gentrificación que existe latente entre los principales sectores de la capital; la razón por la cual es uno de los destinos turísticos más buscados por los extranjeros, y la razón por la que sus barrios se han popularizado fuera de este país: lo mejor y lo peor en un solo universo, sin dejar espacio para que el centro respire y haya un balance perfecto.
Bantú Mama es una película bienintencionada, dirigida por Ivan Herrera (La Montaña), que explora la travesía de Emma (Clarisse Albrecht), una mujer francesa quien decide tomar unas vacaciones en un resort de República Dominicana, pero esto más bien es parte de un plan para que sirva de mula y transportar algunos narcóticos en su valija de viaje. Al iniciar el proceso de abordaje, la detienen en el aeropuerto y es rápidamente apresada. Cuando es transportada a un posible destacamento para ser juzgada, el vehículo sufre un accidente, donde logra escapar y refugiarse en Capotillo, un barrio que estremece a todo el que ha escuchado alguno de sus sucesos. Allí es hospedada en casa tres niños, hijos de un padre en la cárcel y su madre fallecida: Tina (Scarlet Reyes) el Cuki (Euris Javiel) y el $hulo (Arturo Pérez), quien es el mayor de todos y primo de los demás.
Durante los casi 80 minutos de duración, se explora cómo los tres jóvenes interactúan a su propia manera con Emma mientras continúan sus respectivas agendas en el barrio. Tina busca ayuda legal para apoyar a Emma a qué pueda salir del país, y por su parte el $hulo, quien ha mantenido contacto con el padre de Tina y Cuki y se mantiene vendiendo narcóticos en los puntos que le ha dejado su tío a cargo, comienza a tener una relación reacia con Emma, por la misma inquietud de los problemas que pueda generarle. De manera particular, Cuki, quien es un niño que se nota ha crecido sin una figura maternal que lo cuide, se encariña con Emma y adopta algunas de las enseñanzas que le va aportando mientras ella está a la espera de su posible salida ilegal. A pesar de las limitantes y los riesgos que experimenta Emma en su travesía, se muestra como una figura materna para Cuki y Tina, apoyándoles a encontrarse a sí mismos, aún con las limitantes que tengan. El cariño entre estos personajes es orgánico, la química de los actores es invaluable y sus intenciones están marcadas a lo largo de la historia.
Descrito como un cuento contemporáneo sobre híbrido folklórico de África y el Caribe, Bantú Mama desafía la comprensión temática de la encrucijada entre la maternidad y la identidad individualista. Explora cómo, en situaciones de crisis y soledad, se encuentra un refugio en las figuras que aparentemente serían las menos adecuadas para traer paz y fortaleza. Del mismo modo, presenta el mundo ordinario de Capotillo, demostrando cómo los delincuentes mantienen una estrecha relación de respeto con los policías, y cómo se puede manipular fácilmente las situaciones de acuerdo a las relaciones que tenga cada individuo.
Es una película bienintencionada, porque a pesar de la temática tan bien lograda, destacando los aspectos culturales de la insularidad y la gentrificación, y ese ecosistema barrial que se reflejó gracias a la cinematografía de Sebastian Cabrera Chelin, existen huecos narrativos bien marcados que hacen que por momentos la película pierda su rumbo. Existen grandes interrogantes básicas que se quedan sin responder, desde lo que realmente hace Tina en el barrio hasta cómo ella consigue financiar la huída de Emma.
Del mismo modo, los personajes resultan un poco vacíos, pues se desconoce mucho de ellos, sin un arco u objetivo narrativo particular. Pero la que más se resalta en todas estas debilidades es Emma, un personaje sumamente pasivo y que parece estar única y exclusivamente para cuidar a Cuki y Tina mientras espera que milagrosamente la saquen de República Dominicana en una yola. Resulta muy complicado lograr algún tipo de empatía con ella, cuando deja esa sensación de comodidad y poca acción. Lo poco que sí se destaca en su personaje y que lo mantiene a lo largo de la historia, es una lucha interna entre ese gran interés de volver a casa y el cariño que le ha tomado a los niños.
Sin embargo, lo que le falta en narrativa, la película lo aprovecha en la riqueza visual, donde la dirección de arte y de fotografía crean una atmósfera idónea para mostrar ese contraste tan existente de los hemisferios tan opuestos en República Dominicana, destacando cómo la frontera invisible es tan marcada hasta en el comportamiento de sus habitantes. Esta es una película interesante que se atreve a resaltar las complejidades del Caribe y sirve como recordatorio de por qué se debe elevar más historias de las islas cuyas aguas de alto camino contienen tesoros, verdades y pesares.
Ficha técnica
Dirección: Ivan Herrera
Producción: Sheila Agudelo, Clarisse Albrecht, Nabil Elderkin, Ivan Herrera, Marco Herrera, Nicolás La Madrid, Edna Lerebours, Franmiris Lombert
Guion: Clarisse Albrecht, Ivan Herrera
Música: Boddhi Satva
Cinematografía: Sebastian Cabrera Chelin
Montaje: Ana Milagros Basanta, David Castillo, Pablo Chea, Israel Cárdenas
Reparto: Clarisse Albrecht, Euris Javiel, Johnny Morales Jr., Arturo Perez, Scarlet Reyes, Donis Taveras
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