En el campus estallan oleadas de cambio, y entre las ocupaciones y concentraciones se encuentra Julia, una estudiante de música que se une a la causa para denunciar el acoso y los abusos que han soportado durante demasiado tiempo. Pero mientras canta y baila al ritmo de los cánticos, un episodio no resuelto la atormenta: un confuso encuentro con Max, el ayudante de su profesor de canto. ¿Qué ocurrió aquella noche? ¿Fue una cita más? ¿Dijo que sí? ¿O fue algo mucho peor? Arrastrada por la euforia colectiva y por sus propios fantasmas, Julia se convierte en el corazón del movimiento. Su testimonio, íntimo y complejo, se convierte en una ola que empuja, sacude y trastorna una sociedad polarizada.
El orgullo y la rabia feministas se desbordan en un estallido de canciones y bailes en el homenaje de Sebastián Lelio a la Ola Feminista Chilena de 2018, que conmocionó a su país natal con protestas y huelgas. Estas movilizaciones lideradas por mujeres, que tuvieron repercusión internacional, se iniciaron en universidades que habían tardado en responder a las denuncias de acoso y abuso contra profesores varones. En su punto álgido, entre abril y mayo, llegaron a ocuparse hasta 32 universidades de todo el país.
El director de la ganadora del Oscar "Una Mujer Fantástica" se ha propuesto el reto de condensar meses de debate y denuncia del abuso y la discriminación de género en un musical. El objetivo no es solo convertir en melodía frases de denuncia, sino también hacerlas pegadizas. Quizás inevitablemente, solo lo consigue parcialmente. Hay un cierto aire de teatro en "La Ola" que nunca se disipa del todo a pesar de su cuidada producción. Esto, junto con una duración de más de dos horas, dificultará su recepción. Sin embargo, el mensaje es urgente.
Esas turbulentas semanas y meses de 2018 se canalizan a través de la historia de Julia, interpretada por Daniela López. Julia es estudiante de segundo año de música en la Universidad de Chile (la forma en que usa su voz, tanto en el canto como en la solidaridad, se convierte en una metáfora clave). Un número de apertura impactante, ambientado en el patio principal de su facultad, la muestra inmersa en el creciente movimiento de protesta contra una institución académica que «otorgan títulos a violadores», como se lee en mayúsculas en una enorme pancarta que se despliega sobre las cabezas de Julia y sus amigas mientras realizan una especie de haka de empoderamiento femenino.
Al ofrecerse como voluntaria para recopilar testimonios de estudiantes que han sufrido abusos, la propia Julia comienza a desenterrar recuerdos reprimidos de un encuentro sexual con Max (Nestor Cantillana), el asistente de su profesora de canto, que sintió como una violación.
Seguimos a Julia hasta su casa, al minimercado que ayuda a su madre a administrar en los suburbios obreros de Santiago, y empezamos a comprender que las protestas y las ocupaciones a veces son lujos para aquellos estudiantes que pueden permitírselas. El compositor Matthew Herbert colaboró con 17 compositoras chilenas en las canciones originales de la banda sonora, pero estas se distribuyen de forma desigual en una película que habría resultado más impactante y concisa si se hubiera interpretado de principio a fin. Hay una larga pausa antes de que la ocupación arranque con fuerza con el vibrante tema "Diluvio Universal" una explosión de justa ira y energía femenina mientras las estudiantes, ataviadas con pasamontañas carmesí, irrumpen en los modernos pasillos y escaleras de la universidad y llenan los salones revestidos de madera del despacho del rector, donde severos retratos masculinos las observan.
Los números de baile, enérgicos y dinámicos, se capturan con un estilo bastante convencional, con muchos planos secuencia lentos y tomas con grúa. Se observa la resistencia de los estudiantes varones, sus madres protectoras y los miembros del profesorado a quienes estas activistas feministas denuncian, exigiendo ser escuchadas con imparcialidad. Las propias mujeres que participan en la ocupación no forman un frente unido; están divididas entre las que favorecen el diálogo y el cultivo de aliados masculinos, y las verdaderas secesionistas. Este conflicto también se musicaliza.
Si bien sus lemas reflejan con precisión lo que sucedió en aquel entonces —incluso la reserva a identificarse con el movimiento MeToo, pues la resistencia al arraigado patriarcado latinoamericano exige tácticas menos ortodoxas—, el tono resulta con demasiada frecuencia crudo e imperativo, sobre todo en una secuencia satírica burda que parodia el enfoque ineficaz y culpabilizador de la policía ante las denuncias de abuso sexual. En un momento dado, se rompe la cuarta pared para que las facciones feministas enfrascadas en una discusión puedan arremeter contra el propio director y preguntarle por qué demonios un hombre está haciendo esta película.
"La Ola" es, ante todo, ambiciosa, y en su final agridulce alcanza una comprensión melancólica y matizada de que, una vez que estalló la ola feminista, comenzó la reacción adversa. Pero el tipo de debates complejos sobre consentimiento, justicia por mano propia y empoderamiento que se plantean aquí desentonan en lo que, en cierto modo, es un musical clásico de autodescubrimiento femenino. Quizás esto explique cierta reserva en el estilo interpretativo de la debutante López. Para el público, su vacilación es contagiosa.
Ficha técnica
Dirección: Sebastián Lelio
Producción: Juan de Dios Larraín, Pablo Larraín, Rocío Jadue, Sebastián Lelio
Guion: Sebastián Lelio, Manuela Infante, Josefina Fernández, Paloma Salas
Música: Matthew Herbert
Cinematografía: Benjamín Echazarreta
Montaje: Soledad Salfate
Protagonistas: Daniela López, Avril Aurora, Lola Bravo, Paulina Cortés




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