Después de que la estrella del Ballet Clásico Nacional se suicide trágicamente, Irene es seleccionada para ocupar su lugar en la mayor producción de ballet de la compañía: Giselle. Ahora, siendo el blanco de todos los celos y la crueldad de sus compañeras, Irene encuentra una amiga en la nueva bailarina, Aurora, una solitaria adolescente dominada por su madre. Aisladas y presionadas por el sacrificio que supone triunfar en la danza, la relación de Irene y Aurora se vuelve cada vez más cercana, a la vez que obsesiva. Juntas emprenden una huida hacia adelante en busca de sí mismas.
Por alguna razón, muchas películas sobre ballet nunca parecen poner este género del baile bajo una buena luz. Es posible que la naturaleza obsesiva de este arte, en la que se espera que el bailarín lleve su frágil cuerpo al límite, traiga muchas connotaciones negativas a la industria en forma de ficción. Desde mi primera experiencia con una película de ballet, con The Company the Robert Altman, hasta las frustraciones más individualistas de la danza en películas como The Black Swan y Suspiria, siempre me ha fascinado esta forma de arte.
Netflix también ha disfrutado de las historias de ballet en películas y series de televisión, que van desde la fórmula Into the Beat hasta la tóxica serie dramática para adolescentes Tiny Pretty Things y la serie más suave de K-Drama Navilera . Los últimos títulos de hecho sugieren la naturaleza abusiva de esta forma de arte. La conexión principal que siempre he hecho es cómo estas narraciones a menudo pueden convertirse en un misterio fisiológico, con la audiencia insegura de la realidad del personaje principal o incluso de su mera existencia. Dancing on Glass da esa vibra, con el personaje principal compartiendo un mundo a través de una conexión complicada con otro personaje aparentemente antagónico.
El personaje Irene es una extraña en la compañía de ballet a la que pertenece, pero ha sido asignada como la sustituta en el escenario principal para la bailarina principal de una próxima obra. Con eso viene la presión, y con la presión viene una gran cantidad de estrés. Las Niñas de Cristal no se esconde de la naturaleza compleja de un grupo de baile de gran prestigio con un director de ballet implacable. La película disfruta de la naturaleza sombría del ballet, mostrando uñas de los pies sombrías, la bulimia, el maltrato entre compañeros y los ensayos exhaustivos hasta crear cicatrices en los pies.
Pero la verdadera historia llega cuando Irene se conecta con otra forastera, Aurora. Su amistad íntima desafía la realidad presentada a la audiencia. Las dos bailarinas crean su propio mundo. Uno donde ambos prosperan. Mientras que Aurora muestra una figura solitaria, desesperada por una conexión en el mundo real, Irene necesita una forma de escapismo para actuar, y la intimidad y el cuidado de Aurora lo brindan. Irene se desempeña como una bailarina más apasionada mucho mejor cuando su amiga está presente. Es más libre y menos dura consigo misma.
Las Niñas de Cristal entreteje tramas complejas de la historia que el público tardará algún tiempo en resolver en una historia llena de interpretaciones severas. La escena de apertura muestra a una bailarina llamada María bailando desde un tejado en un acto de suicidio. Ella fue la bailarina principal anterior. La película de Netflix dibuja el espíritu del pasado mientras conecta el presente, embalsamado por la presión, la expectativa y el deterioro de la salud mental. La imprevisibilidad trae una correlación similar a Black Swan, donde la realidad y los mundos creados por uno mismo se fusionan, y eso no es nada malo. El director Jota Linares lo logra. Pero a su vez tiene inspiraciones narrativas claves de Almodovar, al dejar ambigüedades donde la audiencia debe prestar atención y consumirse en la historia que presencia.
Las Niñas de Cristal no es original de ninguna manera. Toda la vibra de "bailarina abusada llevada al límite de su capacidad mental" no es una narración nueva. Sin embargo, esta historia sigue siendo sólida, equilibrada y lo suficientemente intrigante como para sostener una inversión de 2 horas, o mejor dicho dos actos. Mientras que a su vez, quienes sí somos fanáticos del ballet, se adentran a una versión de Gisselle más modernizada, donde se establece la lucha de una mujer que no quiere soltar su mayor pasión, aún en la enfermedad.
Título en inglés: Dancing on Glass
Ficha técnica
Dirección: Jota Linares
Producción: Nacho Manubens, Juan Solá, Toni Sevilla, Mark Albela
Guion: Jota Linares, Jorge Naranjo
Música: Ivan Palomares
Reparto: María Pedraza, Paula Losada, Mona Martínez, Marta Hazas, Ana Wagener, Olivia Baglivi, Juanjo Almeida, Beatriz Jimeno, Fernando Delgado-Hierro
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