En el medio de una pandemia, un chef de cinco estrellas y su esposa organizan una velada en su lujoso apartamento colonial a pesar de un toque de queda que afecta a todo el país.
Previo a “Cuarencena”, David Maler ya había dirigido cuatro películas. A pesar de la gran diferencia de géneros realizados, todos tenían algo en común: los personajes con una historia de transfondo relacionados a un trauma acosador que estaría afectándoles la forma de lidiar con el conflicto presente. “La Boya”, estrenada en el 2022, logró una trama con huevos de pascua impresionantes pero involuntarios, seguramente gracias a la intención y a la profesionalidad de sus talentos, o a algunas ideologías del director. Pero en esta ocasión, la historia está aún más pensada, es divertida y a la vez reflexiva, como si finalmente el cine dominicano estuviese listo para darle la oportunidad al cine negro.
La historia inicia con uno de los recuerdos más oscuros para la generación actual: el inicio de la pandemia, el toque de queda extremo y restrictivo, y el miedo que se sentía hacia este desconocido virus que algunos no creían real, sino algo promovido por el gobierno para tener a la sociedad controlada. Conociendo la situación de angustia, 7 amigos deciden planificar una cena que dure toda la noche hasta que el toque se levante al día siguiente. Los únicos requisitos: que todos lleguen a tiempo y lleven su prueba de COVID negativa.
La noche comienza como un maravilloso encuentro para los amigos que tenían meses sin verse; las mascarillas de cada uno son suficiente para poder percibir su personalidad, pues debe resultar obvio que son muy diferentes a pesar de la familiaridad. Los anfitriones son Mateo (Luis José Germán) y Claudia (Soraya Pina), una pareja de esposos que poseen un restaurante; Mateo tiene meses con el restaurante cerrado y está muy deseoso de sacar sus habilidades culinarias por una noche, aunque sean rostros cercanos a él. En el momento que Claudia da una breve introducción y agradece a todos los presentes por cumplir con las medidas, hay unos intercambios de mirada puntuales: ya esta dejó de ser una promesa a una noche tranquila.
La película está dividida por cada plato que van degustando, y cada secuencia se siente como una elevación de las emociones que fluyen por la habitación. Mientras que la preocupación sanitaria es el eje de todo por distintas razones, el principal tema es la confianza y cercanía que se sienten, y si un tiempo violentado (como lo provocó el COVID) afectaría la hermandad grupal. El elemento que provoca reflexiones individuales que cada uno va teniendo durante la noche parece venir de un misterioso cuadro que los personajes verán de manera particular durante la noche. La audiencia no puede ser testigo de este más que por sus pequeños detalles de matiz y pintura, pero es la reacción de los protagonistas lo que nos debe dar una percepción de lo que piensan y cuál será su próximo movimiento o jugada.
El quiebre viene por las relaciones de por medio y cómo en cada una baila un 3er involucrado, hasta en las que menos se esperaría. La tensión entre Mateo y Jojo (Isabel Spencer), vigilados por Claudia, es quizás la más intensa, en comparación con la de Jonás (Joshua Wagner) y Aurora (Elizabeth Chahin) quienes de principio tienen unos intercambios amistosos que se pudiesen confundir con inicio de amistad con mucha facilidad, hasta que uno se da cuenta que hay más que eso entre estos dos. El tono cómico lo añaden El Chompi (Frank Perozo) y Carmen (Nashla Bogaert), con esa química impresionante que nunca decepciona en las películas donde trabajan en compañía; los personajes tuvieron un romance que concluyó hace mucho y ahora, con la presencia de un tal Jorge, la pareja está haciendo su mayor esfuerzo por hacer las paces y comportarse, aunque esto les parece ser imposible.
Seguimos varios puntos de vista gracias a la fotografía apetecible de Luis Enrique Carrión (hay mucha inspiración de películas como “Para agua como chocolates” en los planos a detalle de los platos, que crea un tremendo contraste con las escenas de baile y juego a oscuras), pero a nivel narrativo, parecería que no le podemos quitar el ojo a Mateo, cuando casi todos los conflictos giran en torno a él - con Jojo, o Jonás, o Claudia - reflejando una vez más ese personaje con un oscuro pasado, que no es tan pasado aquí, y con un gran temor por lo que sigue después del presente tan conflictivo. Sin embargo, no es él quien guía la película. Al final del día, Maler hizo un gran esfuerzo de guion para que se sintiese como una historia de múltiples tramas, marcadas por la introducción de cada plato, y un único desenlace posible: secretos de por medio que ocasionan caos evolutivo hasta terminar en un renacimiento, en este caso literal.
David Maler es de los pocos directores dominicanos que ya han encontrado su norte y se ha centrado en un estilo dentro de su amalgama de películas. "Cuarencena" ya no se considera un experimento, sino más bien una obra bien lograda. Sus aspectos técnicos balancean con profundidad las complejidades narrativas que nos golpean, sin abandonar su tema tan centrado. Aunque la presentación culinaria es un impresionante trabajo visual que hace que cualquiera grite la famosa frase de “mi cumplido para el chef”, el condimento secreto es la sinergia de caos que todos queremos ver desatada en un espacio donde ninguno podrá escapar, y que solo tendrán paz cuando que toda la verdad salga.
Cuarencena
Dirección: David Maler
Producción: Nashla Bogaert, David Maler, Albert Martínez Martin, Gilberto Morillo, Rafael Elias Muñoz
Guion: David Maler
Música: John Benitez
Cinematografía: Luis Enrique Carrión
Montaje: Pablo Chea, Israel Cárdenas
Reparto: Nashla Bogaert, Elizabeth Chahin, Richarson Díaz, Luis José Germán, Freddy Ginebra, Frank Perozo, Soraya Pina, Isabel Spencer, Joshua Wagner
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