Amaia (Laia Costa) acaba de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Al ausentarse su pareja por trabajo unas semanas, decide volver a casa de sus padres, en un bonito pueblo costero del País Vasco, y así compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no dejará de ser hija.
Es irónico, y a su vez coincidente, que todas las películas que he visto a principios de año tratan sobre la maternidad/paternidad y los sentimientos que sienten estos personajes hacia este nuevo ciclo de su vida. Lo que hace que Cinco Lobitos se destaque aún más es el contraste que logran con la gran diversidad de subtemas que entran en el concepto de la maternidad/paternidad y que ahora, más que nunca, afectan en gran nivel a muchas personas, sobre todo a las mujeres.
Su protagonista es una joven vasca llamada Amaia, quien acaba de dar a luz a su primera hija. Ella llega a la casa, adolorida por la recuperación de la cesarea que acaba de recibir, a la cual su madre (Susi Sánchez) la reprime que se deje de ñoñería, pues "a todas siempre le dan unos puntos". En un rol casi secundario, pero igual de relevante, están las respectivas parejas de estas dos mujeres: el padre de Amaia (Ramón Barea), quien de entrada se observa como un hombre sumiso y amoroso hacia su nieta, y el novio de Amaia (Mikel Bustamante), un dedicado editor de iluminación teatral, quien estaba muy emocionado de la llegada de su hija hasta que le llegaron unos nuevos contratos de trabajo.
Entre la ausencia de su pareja (quien no sabe balancear entre la paternidad y su trabajo), su desbalance emocional, y su gran interés de dedicarle el 100% a su hija aunque esto signifique perder oportunidades de trabajo que le llegan, Amaia decide volver por unas semanas a casa de sus padres para buscar el apoyo y descanso que necesita, pero allí se percata de una nueva situación que debe afrontar.
La gran belleza de Cinco Lobitos yace en distintas capas de la película. En su capa actoral convive la química indiscutible de este cuarteto de actores quienes naturalmente se entran en la piel de sus caracterizaciones y le dan vida a grandes secretos emocionales que las familias se callan de manera habitual; la sinergia más destacable es la que existe entre Costa y Sánchez, quienes mantienen esa relación madre-hija hasta el final en un continuo desarrollo de escenas emotivas y líneas que marcan el arco de cada una; entre sus grandes diferencias, pero el amor materno que ambas manifiestan a su manera, le dan una entonación a la trama, en conjunto y de manera particular.
En su capa narrativa, la historia sorprende en ámbitos que no son nuevos para el cine. Trae consigo esa temática de las grandes dificultades que afrontan las nuevas parejas cuando son padres primerizos, pero lo hace evaluando cómo cada generación lo maneja a su manera: qué priorizan, quién lo prioriza y cómo esto afecta su relación de pareja. Pero más que un enfoque en la maternidad/paternidad, se posa sobre las grandes confrontaciones que surgen entre pareja a partir de esa nueva etapa; cómo las generaciones de antes se quedaban en una relación solo por el compromiso de esa criatura que ambos han traído al mundo, mientras que esto no es un detenimiento para las parejas modernas, aunque en muchas ocasiones es una excusa para volver a retomar viejos sentimientos. Quien carga con la mayor complejidad narrativa es Amaia, que representa el gran desbalance que muchas mujeres millennials están tratando de descifrar: cómo ser madre, trabajadora, pareja e hija a la vez, y no fallar en el intento.
En su capa técnica, Cinco Lobitos logra el balance visual perfecto entre la fotografía natural de Jon D. Domínguez (con un rejuego de tomas que buscan hacer un setup-payoff con acciones de Amaia y su madrew), la escenografía de Mónica Ausín (enfocada en hacer contraste entre lo urbano y lo rural, y tocar detalles generacionales) y el montaje de Andrés Gil (quien no abandona la naturalidad del sonido de ambiente, pero se apoya de la musicalización de Aránzazu Calleja para tocar emociones en momentos claves).
Gracias a este apoyo técnico, Alauda Ruiz de Azúa logra una película que retoma el concepto de "cine de calidad" con un gran balance de guion y producción. Siendo "Cinco Lobitos" su debut como directora, Ruiz de Azúa establece parámetros para lo que se esperaría de ella en lo consecuente. Aunque recupera estilos de autores españoles ya establecidos, le da un toque muy propio a su forma de contar este drama. Y aunque este tipo de historias comparativas de dos generaciones confrontando un mismo conflicto, la visión de su directora y los giros que le da a la misma trama, son inesperadamente reflexivos.
Traer un ser humano al mundo debe ser una de las decisiones más complejas que toman una pareja y hay detalles de esto que nunca van a cambiar. Lo que sí seguirá cambiando con el paso del tiempo son las complejidades que van evolucionando en la medida que avanzan las generaciones, sobre todo en el entendimiento de que ambas figuras paternas estén en la misma página que desglosa la cantidad de responsabilidades que se comparten, cómo esto puede afectar a la crianza y cómo se sigue viviendo una vida como adulto, aunque se sigan cantando las mismas canciones de cuna.
Ficha técnica
Dirección: Alauda Ruiz de Azúa
Producción: Manuel Calvo, Marisa Fernández Armenteros, Sandra Hermida, Nahikari Ipiña
Guión: Alauda Ruiz de Azúa
Música: Aránzazu Calleja
Cinematografía: Jon D. Domínguez
Montaje: Andrés Gil
Reparto: Laia Costa, Susi Sánchez, Ramón Barea, Mikel Bustamante
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