jueves, 11 de junio de 2020

Crítica Cinéfila: Daniel isn't real

Luke sufre una serie de violentos problemas familiares que le hacen recuperar a su amigo imaginario de la infancia para poder superar el dolor. Dotado de un gran carisma y repleto de energía, Daniel ayuda a Luke a alcanzar sus sueños antes de obligarle a luchar desesperadamente por no perder su alma. 



¿De dónde provienen los amigos imaginarios? Para Luke, su amigo imaginario Daniel comenzó a existir cuando él fue testigo de un evento sangriento. Daniel fue su protector, asegurándole que siempre estaría con él. Sin embargo, la presencia de Daniel también parecía motivar a Luke a cometer actos en contra de su propia vida y la de su familia, lo cual hizo que su madre le obligara a "guardar a su amigo imaginario".

Años después, ingresado en una escuela preuniversitaria para poder aplicar a Derecho, Luke es un joven adulto solitario, acosado por alucinaciones pero reacio a recuperar la energía creativa que tenía hace mucho tiempo. Tras visitar a su madre, ahora con dificultades psicóticas, vuelve a liberar a Daniel, quien no solo le ayuda a recuperar la energía que le hacía falta, sino que lo impulsa para seguir adelante, socializar y hasta progresar en lo que realmente le apasionaba. Sin embargo y con la edad que tiene, la experiencia con Daniel es diferente, proponiéndole tratar de tomar control de su cuerpo, hacerse daño a sí mismo y recordar quién es el verdadero Dios que todo lo ve.

A principios, "Daniel isn't real" parece una historia sobre la psicología de los niños y cómo usan los amigos imaginarios a modo de auto-protección para no confrontar los miedos de su presente. Pero a lo largo que la historia avanza se va revelando la realidad de su entidad; de que a pesar de mantener la temática sobre cómo la imaginación infantil funciona en momentos de crisis, este ente supuestamente imaginario es mucho más diabólico de lo que uno podría creer. Así mismo se comporta las psiquis de los personajes creados por Adam Egypt Mortimer y Brian DeLeeuw, preocupados no solo por las debilidades y los conflictos que afrontan en sus tramas particulares, sino cómo se transforman a lo largo de la historia y se convierten en un solo ente psicológico existente que requiere un único final para cerrar sus capítulos. 

Allí juegan varios aspectos para lograr plasmar estas dificultades a lo largo de la película. El primero es responsabilidad de Mortimer, quien ha estado experimentando con el cine de terror desde sus inicios en la gran pantalla con Some Kind of Hate. Todas sus historias se conjugan en un mismo estilo: la exploración paranormal dentro del cambio psicótico de una persona. Pero a diferencia de sus demás historias, esta es más limpia y secuencial; hay aspectos investigativos que aunque no se alejan de la trama buscan la explicación que a muchos les gusta recibir cuando ven una película de terror de esta categoría. Gracias a su manejo de los actores y el regreso de DeLeeuw como su compañero narrativo, mantiene una lógica dentro de este culto misterioso a las fantasías mórbidas que surgen en la niñez y que continúan a lo largo de la vida hasta que reviven o simplemente quedan en el olvido.

El segundo se debe a la fuerte química entre Miles Robbins (Let it Snow) y Patrick Schwarzenegger (Midnight Sun), quienes muestran una dependencia mutua terrorífica. Estos han sido los personajes más significativos de sus carreras, y lo muestran con un talento progresivo que no desalienta. Es casi una competencia insistente entre ambos para demostrar cuál se ganará a la audiencia. La respuesta es obvia, pero el camino es interesante. Por un lado porque ambos justifican su lucha de superioridad sobre el otro al punto de que se cuestiona quién es la mejor persona para ser la verdadera sombra del otro, y porque dejan pistas de manera continúa en la trama para obtener ese tan esperado "ahhh" que busca con el twist.

Aunque la fotografía se muestra como una coreografía de los pasajes de estos personajes, con unos movimientos pacifistas que hacen contraste con las intensidades mentales que confrontan, la iluminación actúa como un papel muy importante en el tono y el ritmo de la historia, representando no solo el cambio de realidad a alucinación sino también jugando con el razonamiento de la audiencia para hacerte creer lo que el tintineo de las luces logran enseñar, sin imaginarse que en un microsegundo parece ser parte de una pesadilla desenfrenada. El iluminista Seth Coleman es responsable de esta tortura por escena, utilizando colores brillantes, adaptándose a la cultura moderna del ocultismo retro y a los terrores de la ciudad de New York, donde mayor parte de la película toma lugar.

A pesar de un par de twists finales que se salieron de control, Daniel isn't Real es una exploración muy interesante a los demonios psicológicos que acosan en la niñez y cómo estos evolucionan con los años, dónde por más que se trate de escapar de ellos siembran una semilla de maldad que depende de la misma persona adulta para poder salir de esa raíz negativa o dejarse cubrir por sus espinas internas. La intensidad del terror psicológico es subjetiva y engañosa, pues por momento lo que parece un descubrimiento de nuevas reglas termina siendo la revelación que nadie se da cuenta ni quiere aceptar hasta que el demonio anda suelto. Es maliciosa de manera muy inteligente, y nadie lo verá venir, por el simple hecho de creerse que los amigos imaginarios solo son parte del subconsciente propio.


Daniel isn't Real

Ficha técnica

Dirección: Adam Egypt Mortimer
Producción: Elijah Wood, Daniel Noah, Josh Waller, Lisa Whalen
Guion: Adam Egypt Mortimer, Brian DeLeeuw
Basada en In This Way I was Saved de Brian DeLeeuw
Música: Chris Clark
Cinematografía: Lyle Vincent
Montaje: Brett W. Bachman
Reparto: Miles Robbins, Patrick Schwarzenegger, Sasha Lane, Mary Stuart Masterson, Hannah Marks

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