jueves, 11 de junio de 2020

Crítica Cinéfila: The Room

Matt y Kate compran una casa aislada. A medida que se mudan, descubren una habitación extraña que les da un número ilimitado de deseos materiales. Pero, como Kate ha tenido abortos involuntarios, lo que más extrañan es un niño.



La palabra Room ha sido utilizada en dos ocasiones en el cine, y aunque ambas son películas muy diferentes, tienen una similitud: su universo gira en torno a una habitación. En el caso de The Room (2020), del director francés Christian Volckman, la historia se enfoca en cómo una habitación con poderes sobrenaturales otorga una serie de riquezas y adquisiciones a sus nuevos dueños, con una sola regla: todo lo que se hace en la habitación, se convertirá en polvo al salir de la casa.

Matt y Kate son una pareja que compran una casa aislada en Nueva York para que Matt se pueda dedicar a su pintura y Kate pueda convertirse en ama de casa, tal y como ella parece quererlo. Al reorganizar la casa, se encuentran con una puerta que da a una habitación secreta cubierta de cables y con serios problemas de electricidad. Matt decide buscar los orígenes de la casa, y ahí descubre que una pareja fue asesinada por el hijo, quien decía que la habitación lo obligó. Pero esto no fue un impedimento para que, una vez descubrieran los poderes de la habitación, comenzaran a utilizarla para traer a la vida todas las riquezas materiales que les pasara por la mente: millones de dinero, joyas, comidas y bebidas de todas las variedades, ropa, entre muchas otras cosas.

Pero mientras Matt se dedicaba a averiguar más sobre el pasado de la casa, Kate anhelaba algo que no era material y que iba a poner en peligro a la pareja: un hijo. Así, con la llegada de un nuevo integrante al que Matt nunca pudo considerar como suyo a diferencia de Kate, quien creo un vínculo maternal, los retos fueron mayores cuando descubrieron no solo el futuro seguro de todas las cosas materiales que lograron por la habitación, sino también como poder mantener todo lo que han conseguido sin que ellos sufran las consecuencias.

La famosa frase del Génesis, "del polvo vienes y en polvo te convertirás”, se convierte en una denotación temática dentro de esta historia, donde se resalta que aún ni el creador podrá salvar lo que ha creado de la realidad que le espera cuando cruza más allá de sus propios límites, y que de donde mismo viene, en eso se convertirá. Del mismo modo, la historia hace una reflexión interna en el pecado de la avaricia, sobretodo cuando se tiene acceso tan fácil a lo material y solo se continúa pidiendo más hasta que el bien material parece no dar sosiego alguno al dolor emocional. Hay otras temáticas involucradas en la historia, como el amor genuino de los niños hacia sus madres, y la sobreprotección de una madre cuando crea ese vínculo incondicional con un hijo, sin importar si es biológico o adoptivo. Es interesante ver cómo todas estas temáticas congenian de manera genuina y se convierten en una historia interesante y consistente.

Aún más interesante es el resultado que ha logrado Christian Volckman con esta segunda película en su filmografía, que será continuada con la versión animada y futurística de The Kid, de Charlie Chaplin. Después de Renaissance (2006), Volkman no volvió a realizar largometrajes, experimentando con cortometrajes de diferentes géneros. En su búsqueda por volver a la pantalla grande, y en compañía de una serie de escritores, logró una trama que no solo obtiene la suficiente tensión para ganarse el título del género, sino también que establece de manera coherente sus subtramas y reglas para que nada se sienta confuso o inconcluso.

Del mismo modo, está bien acompañado por Olga Kurylenko y Kevin Janssens, como la pareja de artistas que se adueñan de la casa y los poderes que vienen con la habitación mágica; mientras más descubren que hacer con ella, sus niveles de codicia continúan creciendo hasta llevarlos a un estado psicótico personal que los separa mutuamente. La química mientras están unidos como pareja es poderosa, pero su evolución personal los representa aún mejor, demostrando que no hacía falta mantenerlos uno al lado del otro para mostrar las diferentes caras de sus finales individuales, pues lo que parece ser satisfactorio para uno, puede ser doloroso para el otro. El verdadero antagonista es la habitación y una vez saben cómo manejar su poder a su necesidad de sobrevivencia, elevan esa intensidad que a lo largo de la historia solo subía de manera gradual y equitativa.

La escenografía fue un aspecto que se destacó con delicadeza y detalle, desde la creatividad dentro de la misma habitación para ocupar un lugar en el top de sets de terror en el cine moderno, hasta en la evolución del mismo set mientras la habitación continúa dispersando su poder a lo largo de la casa. A su vez, el set es utilizado para crear suspenso, con el choque eléctrico para avisar una nueva creación solicitada en la habitación y la misma evolución de la habitación a un mundo interno parecido al exterior. Es una manera astuta que seguramente se desarrolla con tremenda imaginación en sus páginas de guión y aquí obtienen una libertad en la que destaca la codicia y locura momentánea de sus personajes.

The Room se convierte en una sorpresa agradable para los fanáticos del terror psicológico. No es el típico al que muchos estamos acostumbrados, pero uno no le da mente a eso mientras se deja envolver por esta historia. Sus conexiones narrativas sobresalientes y la evolución de sus personajes le otorgan poder destacarse con su título. Ahora cuando se hable de The Room, tendremos que ser más específicos.


The Room

Ficha técnica

Dirección: Christian Volckman
Producción: Yael Fogiel, Laetitia Gonzalez
Guión: Christian Volckman , Sabrina B. Karine, Eric Forestier
Historia: Christian Volckman
Música: Raf Keunen
Cinematografía: Reynald Capurro
Montaje: Sophie Fourdrinoy
Reparto: Olga Kurylenko, Kevin Janssens, Carole Weyers

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