viernes, 26 de julio de 2019

Crítica Cinéfila: Once Upon a Time in Hollywood

Un actor de televisión y su doble se embarcan en una odisea para hacerse un nombre en la industria del cine por la época de los asesinatos de Charles Manson en 1969, en Los Ángeles.



¿Qué pasaría si Sharon Tate y Roman Polanski hubiesen sido vecinos de Rick Dalton, y la familia Manson hubiese decidido atacar primero a Dalton antes de entrar a la casa de los Polanski? Quentin Tarantino responde esta pregunta con su nueva película Once Upon a Time in Hollywood, una historia que se presenta como una carta de amor para el Hollywood de los 60, el cual se veía impactado por un cambio importante en la industria del entretenimiento, pero también era el escenario donde una de las comunidades más peligrosas realizaba sus cultos sangrientos.

La historia inicia en los primeros meses de 1969, en Los Angeles, y los protagonistas son Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y su doble Cliff Booth (Brad Pitt), quienes están siendo víctimas de los cambios drásticos de las producciones de Hollywood. Mientras que a Booth se le ha hecho difícil encontrar nuevos trabajos debido a las acusaciones en su contra de ser el culpable del asesinato de su esposa, Dalton se ve estancado en los mismos tipos de roles casi considerando la propuesta de su agente Marvin Shwarz de irse a Italia donde conseguiría mejores roles protagonísticos en el cine western europeo. El haber trabajado tantos años juntos le permite a Dalton y Booth tener la mejor de las amistades, aunque en momentos pareciese más una relación de jefe y empleado, cuando Dalton tiene a Booth haciéndole quehaceres y recogiéndolo del set cuando su jornada de rodaje termina. Sin embargo, es una relación que a ambos les funciona.

Al mismo tiempo, Sharon Tate (Margot Robbie) es una actriz que ha ido avanzando en el cine hollywoodense. Aunque haberse casado con Roman Polanski le ha dado cierta posición y reconocimiento, ella misma se ha ganado su propio reflector, tras aparecer en algunas películas de la época. Lo que menos se imagina es que vivir en aquella casa de Cielo Drive se convertiría en una de sus peores pesadillas en el momento en que Charles Manson decidiese asesinar aquellos que vivían en "la casa de Terry Melcher". Sin embargo, si esperan seguir el trágico evento en que Tate fue asesinada junto a sus amigos, Tarantino decide sorprender a su audiencia con un twist totalmente inesperado.


La novena película de Tarantino le recuerda a la audiencia tres aspectos muy específicos del cine de este director: el uso de la comedia negra en cada uno de los diálogos y acciones de los personajes, su constante necesidad de hacerle tributo al cine western, y su contraste de la realidad de la época con personajes ficticios y/o inspirados en celebridades de Hollywood. Al igual que sus anteriores guiones, Tarantino no es provocado ni tentado a reflejar la realidad tal cual, sino que decide crearse su propio universo en las calles más emblemáticas de la ciudad de Los Angeles, adentrándose en los estudios donde se grababan series de televisión y películas en aquel entonces, y revelando las situaciones por las que muchas personalidades del cine estaban viviendo debido a los grandes cambios de la industria. 

A pesar de no ser personajes reales, Dalton y Booth están basados en las relaciones más famosas entre actores y dobles, y cómo aún son una de las relaciones más importantes que pueden verse en los sets de rodaje, casi pudiendo ser comparado con un bromance difícil de violentar, aun siquiera por las diferencias de estilos de vida o la fama de cada uno. Las historias de los personajes parecen ir desarrollándose de manera independiente, creando la sensación de que se están viendo más de una película, pero esto es a propósito, pues a la llegada del desenlace, todos estarán juntos en una misma calle. 

DiCaprio y Pitt se la lucen, presentando una de las mejores actuaciones de su carrera, no tanto por la química de sus personajes, sino por el trabajo individual que logran, enfocados en su conflicto personal pero que al final del día, cuando ambos tienen el mismo desenlace, demuestran las actitudes tan diferentes que tienen sus personajes hacia la misma situación y cómo ellos reaccionan al confrontamiento final. No obstante, Margot Robbie como Sharon Tate es un personaje secundario, no con un conflicto tan importante como el de Leo y Brad, lo cual le disminuye los momentos de pantalla; sin embargo, las intenciones de Tarantino para esto son obvias. El quiere hacernos entender los diferentes tipos de actores de aquel entonces: los viejos, los nuevos y los que se desconocen aunque están ahí, casi haciéndole honor a uno de los westerns más famosos de la historia del cine, "the good, the bad and the ugly" (1966).


La familia Manson, por su lado, tiene un pequeño momento de protagonismo, al igual que el mismísimo Charles Manson. Sin necesidad de ser evocados como los antagonistas principales de la historia, Tarantino les otorga un momento en pantalla para enseñar lo que eran como comunidad, sus visiones y la manera en que interactuaban con personas que no pertenecían a su grupo, haciéndose ver como hippies, pero en realidad siendo poseídos por un culto hacia la idea de matar por no ser respetados por lo que creen. 

Otro de los aspectos fijos de Tarantino es poseer una narrativa específica de tercera persona que vaya guiando a la audiencia a lo largo de la película, ya sea frases en pantalla, la voz de un narrador o titulación de los capítulos de la historia. Pero el hecho de que él lo utilice no significa que la historia siempre lo necesitará. En esta ocasión, su película pudo haber fluído perfectamente sin este elemento, pues al final la trama se informa sola con lo que es, sin necesidad de una tercera voz que fuese diciendo qué pasaba y por qué pasaba. 

Su fotografía también resulta similar, pues trabaja una vez más con Robert Richardson, su cinematógrafo desde Kill Bill 1, y uno de los únicos tres directores de fotografía vivos que se han ganado el Oscar a Mejor Cinematografía tres veces. Junto a Richardson, regresan los zooms repentinos, los planos secuencia a distancia, los cortes que casi van al mismo compás de la música como una coreografía y las tomas largas de los escenarios, destacando el excelente trabajo de producción de diseño para que la época se hiciese sentir en cada rincón de la ciudad de Los Angeles. 


Por supuesto, la música emblemática de los 60 juega un papel importantísimo en esta película, siendo el hilo conductor de las emociones y conflictos de los personajes, y un indicador fijo de sus propias historias, casi una voz para poder identificar quien era el protagonista de una determinada secuencia. Y no se puede dejar de mencionar el montaje de la película en sí, otro de los grandes fuertes de este director, quien se guía de la música para que se hiciese sentir como un album musical de esta época.

A pesar de no contener ese elemento fundamental del estilo Tarantiniano, Leonardo DiCaprio y Brad Pitt sostienen la historia con su carisma y sus personalidades, haciéndole a la audiencia recorrerse la trama con mucha tranquilidad sin imaginarse el final tan retorcido que les espera. Es una película que le hace honor a Hollywood y a sus conflictos de poderes, a los cambios que ha tenido y cómo afecta a sus rostros más importantes, pero más importante, es un festín de referencias a clásicos de los 60, en cine, en música y en historias de amistades entrañables que siempre nos recuerdan que nadie llega al éxito sin un hombro del que apoyarse.


Once Upon a Time in Hollywood
Título en español: Había una vez en Hollywood

Ficha técnica

Dirección: Quentin Tarantino
Producción: Quentin Tarantino, David Heyman, Shannon McIntosh
Guion: Quentin Tarantino
Fotografía: Robert Richardson
Montaje: Fred Raskin
Reparto: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Dakota Fanning, James Marsden, Timothy Olyphant, Emile Hirsch, Damian Lewis, Clifton Collins Jr., Bruce Dern, Al Pacino, Nicholas Hammond

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