jueves, 26 de mayo de 2022

Crítica Cinéfila: Clark

Clark Olofsson es un traficante de drogas y ladrón de bancos declarado culpable que reflexiona sobre sus pasadas correrías criminales.



El que ha escuchado del Síndrome de Estocolmo, no imaginará nunca su origen. Tampoco se imaginarán que su origen se debe a uno de los criminales más famosos de Suecia, quien pasó más de la mitad de su vida en la cárcel y aún así siguió hasta que no tenía más energía de hacerlo. Es cierto que no hacen falta series biográficas sobre criminales famosos. Recientemente este año estrenó Inventing Anna, que abrió un mundo de historias sensacionales. Sin embargo, la serie limitada de Netflix Clark apenas ha sido susurrada (no ha recibido la promoción que otras series de menor consideración reciben). Esta serie de tan solo seis episodios es una riqueza cinematográfica y narrativa de alta calidad que no debe ignorarse en absoluto.

En respuesta a la primera referencia de esta crítica, el término "Síndrome de Estocolmo" se acuñó a cómo un atracador logró crear un vínculo afectivo con sus rehénes en un famoso banco, haciendo que estos hasta lo defendieran, un famoso atraco ocurrido en agosto de 1973 y protagonizado por Clark Olofsson, también conocido como el "gángster famoso"; sus víctimas sentían empatía y apego por este hombre, y en la serie se explica muy bien el por qué. La serie en sueco detalla su vida, articulando sus muchas caídas y ascensos, y un punto de vista que también muestra como Clark veía el mundo que lo rodeaba.

No cabe duda que este es un intento serio y exitoso de dar vida al criminal. Si en la vida real era un personaje muy interesante a analizar, en una serie se convierte en un centro de atención dotado y cargado. En cada episodio, se analiza una etapa en la vida de Clark: su familia disfuncional (en gran parte culpable de sus decisiones criminales), el amor hacia su madre y cómo esto influye en su actitud hacia las mujeres, el tacto de cómo manejaba sus crímenes y cómo siempre se salía "con la suya", las relaciones que tuvo y lo que cada una le dejó (él era un hombre enamoradizo, que se acostaba con todo el que le animaba), y las amistades relacionadas a sus delitos, los que eran delincuentes como él y los que fueron motivados a la delincuencia por él.

El primer crimen que cometió Clark Olofsson podría ser descrito como inofensivo. Después de crecer en una familia marcada por el abandono de su padre y las enfermedades mentales de su madre, Clark y sus dos hermanas menores fueron llevadas a un hogar adoptivo. Agobiado por la situación, el joven sueco falsificó la firma de su madre y se liberó de la custodia para inscribirse en una escuela de marineros.

Con tan solo 14 años, Olofsson había engañado al sistema de justicia de su país y se había salido con la suya. Clark Olofsson tenía solo 19 años cuando participó en un robo en el que su amigo mató a tiros a un policía. Robo de bancos, intento de asesinato, toma de rehenes y tráfico de drogas son solo algunos de los delitos en los que se ha visto envuelto Clark Olofsson. Eso fue la constante en su vida, incluyendo el secuestro que inspiró una de las reacciones psicológicas más extrañas: el Síndrome de Estocolmo. Ha pasado gran parte de su vida en prisión, de la que también ha escapado en varias ocasiones (en la serie enfatizan que se escapó 17 veces de prisión). Ha sido la persona más buscada y perseguida de Suecia y la policía lo ha descrito como el criminal más peligroso del país. Ya desde un punto de vista, es un personaje que amerita más que una serie limitada por la complejidad y trasfondo de su historia, lo cual sería de mucho uso narrativo para una serie de streaming.

Aún así, los seis episodios que sí nos dieron están ricos en producción, cultura y tono, trayendo una historia que quiere llegar a la raíz del criminal. Es transparente desde el primer episodio, donde recopila la personalidad del gángster y convencerá a la audiencia de su aura, incluso hará que algunos se pongan de su lado y simpaticen con sus decisiones. Bill Skarsgård interpreta a Clark Olofsson, estafando a una figura tipo muchacho, listo para hacer del mundo un circo. Sus referencias a It están muy presentes, pero es también gran responsable que Clark sea tan complejo. Lo hace sentir real.

La riqueza de la historia es también evidente en la duración de los episodios, la mayoría de los cuales superan los 60 minutos. Clark no intenta atajos en su formato de serie limitada de 6 capítulos y da vida al hombre en su totalidad. La serie ofrece una vista de círculo completo, que muestra por qué era un interés público... sin embargo, es casi como si le faltara. El último episodio crea la sensación de la posibilidad de una segunda temporada, pues a pesar de la carga narrativa que sostiene la serie en su totalidad, el cierre es tan transparente que dejan ese sabor de querer más.

No se puede argumentar que Clark es una experiencia tranquila. Ciertamente no es una de esas series que te puedes ver en un solo día, pero vale la pena la inversión. Definitivamente es el modelo de series limitadas que Netflix debería seguir haciendo, porque saben cómo elegirlas y realizarlas.


sábado, 21 de mayo de 2022

Crítica Cinéfila: Vals de Santo Domingo

Narra la historia de los únicos tres varones en una clase de ballet de 20 adolescentes que enfrentan los prejuicios de la sociedad machista dominicana.



A pesar del siglo en que estamos, los avances sociales que se han hecho y los reclamos que se han exigido, hay prejuicios que se predican y persisten de una manera muy latente y aterradora. Mientras que a las mujeres se les trata y las limitan a posiciones y pensamientos por el hecho de ser mujer, los hombres también son maltratados y forzados a demostrar que tan "hombres" son. Parecería que, al tratarse de temas de género, la sociedad sigue en la era colonial y algunos puntos artísticos, como la danza clásica, persisten siendo primordialmente para mujeres. Es por este último punto que la obra de Tatiana Fernández, Vals de Santo Domingo, es un audiovisual propio para interpretar cómo piensan y actúan los hombres que sí se animan a ser parte del ballet clásico, desde el punto de vista de tres niños con sueños muy distintos.

El documental, que recibió Mención Honorífica en el Festival Internacional de cine de Guadalajara, es una exploración que sigue la vida de tres niños: Raymundo (quien quiere dedicarse profesionalmente a la danza), Víctor (quien aspira a ser cantante) y Ángel (quien se siente él más alejado de un objetivo como tal, sobretodo en el ámbito artístico). Mientras la audiencia se adentra en sus distintas metas narrativas, los encuentra en un salón donde la autora les motiva a realizar ejercicios mentales donde los tres analizan su pasión por el baile en contraste con lo que la sociedad piensa de esto. 

Raymundo se prepara para una competencia donde debe presentar una pieza clásica y otra moderna, compitiendo tanto contra los pocos varones que se presenten como las docenas de jóvenes féminas que forman parte de distintas academias de baile de Santo Domingo. El mismo reflexiona cómo, aunque no sean muchos los niños que están compitiendo y sabe que tiene una técnica destacable, no se puede comparar a los esfuerzos físicos que una bailarina debe tener en sí misma a la hora de bailar, haciendo mención al control de las puntas y la fortaleza que deben tener para ejecutar sus movimientos, minimizando en reflexiones la agilidad que sí tiene. 

Mientras tanto Víctor se prepara para lanzarse como cantante, en un proceso que va desde la grabación de un sencillo, los cambios de looks, ensayos en escenarios y una primera presentación musical con un público selectivo. Aunque es un apasionado por la danza, su inseguridad se destaca aún más en el mundo de la música, donde se autocritica así mismo desde la forma cómo se ve hasta el estilo como canta, corrigiéndose a sí mismo cuando suena muy afeminado. 

En el caso de Ángel, su historia comienza con mucho impulso, mostrándole cómo grita a todo pulmón entre su familia y amigos que él ya tiene una carrera como bailarín, y haciendo contraste a su afición por los juegos de pelota callejero y las corridas en el barrio, pasa a un segundo plano en la historia cuando la cámara solo lo sigue en las entrevistas junto a Víctor y Raymundo, o en momentos de ensayo para alguna presentación de la escuela. Hay que reconocer que con este personaje, Tatiana quiso mostrar una perspectiva diferente que busca romper con los estereotipos ya establecidos sobre los bailarines de ballet clásico (está bien claro que Ángel es el más tosco y muchos dirán que es el más varonil), pero hubiese sido un buen balance seguirlo más allá así como se siente que se sigue a sus dos compañeros.

Sin duda alguna, Tatiana ha logrado algo que muchos otros temen experimentar: enfocarse en un factor cultural que se convierte en machismo alrededor del pensamiento artístico, y cómo busca romper con las barreras que los bailarines masculinos enfrentan a diario. Esto se luce en la creación de una atmósfera de contraste que inicia con unos planos de hombres queriendo ser hombres en medio de una multitud mientras se suben unos encima de otros para alcanzar un salami en un poste de luz, y cortando a una clase de ballet con tres niños en posición de arabesque. El contraste es aún mayor y empático cuando se narran las diferentes situaciones familiares que viven estos niños y cómo esto ha afectado su desarrollo en el ballet. Aunque los tres son bailarines y con mucho talento desinhibido, se establece por momentos la continuación artística que cada uno quiere darle a su carrera de bailarín.

Las técnicas de fotoperiodismo de su cineasta se destacan aún más en los momentos más orgánicos, donde retrata las opiniones de estos niños (uno de los mejores fue cuando analizaban el rol de los hombres en los distintos tipos de danza y cómo el rol del hombre, y así mismo el machismo, varía de acuerdo a cada una) y lo complementa con sus vidas en un rejuego de cámara en mano que parecería una coreografía insertada dentro de sus bailes. La escena más clave de su cinematografía viene justo al final donde se sigue a los tres personajes principales en las calles de sus vecindarios mientras bailan a la par con un ritmo criollo. La música juega un elemento muy clave en este documental, balanceando entre lo clásico, contemporáneo y folklórico.

Tatiana ya tuvo un excelente debut en el ámbito cinematográfico con "Nana" en el 2015, donde mostraba la realidad de las señoras de servicio que dejan sus familias para cuidar de otras familias; por lo que no es una sorpresa el increíble producto concebido en "Vals de Santo Domingo", un momento de 76 minutos que desnuda los prejuicios locales con relación a la postura masculina en el mundo de la danza. Además de mostrar la vida de estos tres jóvenes y adentrar ala audiencia a sus sentimientos y pensamientos, es un golpe de las realidades que ellos enfrentan cuando estudian ballet y una mirada a la disciplina y dedicación que se requiere para crear arte, así como un homenaje a las personas que estudian, enseñan y dedican su vida a la danza.


sábado, 14 de mayo de 2022

Crítica Cinéfila: Doctor Strange in the Multiverse of Madness

Viaja a lo desconocido con el Doctor Strange, quien, con la ayuda de tanto antiguos como nuevos aliados místicos, recorre las complejas y peligrosas realidades alternativas del multiverso para enfrentarse a un nuevo y misterioso adversario.



Uno de los planos de "Doctor Strange in the Multiverse of Madness" presenta un vórtice arremolinado que tiene un parecido definitivo con uno que sale igualmente en un teaser "Everything Everywhere All at Once", y es una desafortunada coincidencia, ya que la audaz inventiva de los Daniels anuncia mucho ingenio, nervio y carácter, la mayoría de los cuales faltan de manera prominente en esta última aventura del universo de Marvel. El seguimiento de "Doctor Strange" de 2016 alcanza las marcas de exclamación que esperamos de una aventura de Marvel bien diseñada, pero incluso con Sam Raimi a la cabeza, esta entrada es pesada de seguir y ligera de humanismo.

El éxito de Raimi con la trilogía original de "Spider-Man" sentó las bases, para bien o para mal, para la ola contemporánea de sagas de superhéroes, y aunque su marca de estilo visual y sacudidas aterradoras sirven bien al material, el guion de Michael Waldron (Loki) acumula tantos universos alternativos, nuevos personajes y libros de hechizos (tanto buenos como malos) que no queda espacio para respirar.

“Multiverse of Madness” es una secuela de “Doctor Strange”, con el ex-hechicero supremo (interpretado por Benedict Cumberbatch) asumiendo una nueva amenaza a la realidad misma. Los espectadores probablemente también deberían estar al tanto de la serie de Disney+ "WandaVision", en la que Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen) usó sus propios poderes mágicos para crear una realidad artificial en la que su esposo Vision no había muerto y los dos tenían gemelos en un suburbio perfecto dentro de un sitcom.

La arrogancia de Strange abrió una parte del multiverso en “Spider-Man: No Way Home”, y ahora ese multiverso aterriza en su propia puerta en la forma de América Chavez (Xochitl Gomez). Esta adolescente aparece por primera vez en los sueños de Strange, donde no logra salvarla a ella ni a sí mismo, y luego en el medio de Manhattan, donde está siendo perseguida por un monstruo ocular gigante con tentáculos, muy Sam Raimi. 

Resulta que América es el único superhéroe que puede saltar de un universo a otro, solo que no tiene idea de cómo controlarlo (realmente funciona por sí solo cuando ella tiene miedo). Naturalmente, es el tipo de poder que nunca debería caer en las manos equivocadas, por lo que, por supuesto, las manos equivocadas están haciendo todo lo posible para tomarlo por sí mismas, lo que lleva a América y al Dr. Strange saltar de un universo a otro hasta que puedan descubrir cómo proteger a la niña y sus habilidades. 

Los poderes de Doctor Strange (como se manifiestan en su primera película y apariciones posteriores en otros proyectos de Marvel) permiten a los cineastas crear vórtices coloridos donde se puede presenciar una realidad que se derrumba, y Raimi aprovecha absolutamente las oportunidades para enviar a todos a refugiarse. Hay un montaje memorablemente alucinante de Dr. Strange y América cayendo a través de un universo tras otro, con diferentes estilos de arquitectura, cinematografía e incluso la composición física de los propios personajes. "Multiverse of Madness" está en su mejor momento en los que aparece esa locura, con la partitura perfecta de Danny Elfman que ofrece el apoyo adecuado tanto para el heroísmo como para la locura.

“Doctor Strange” nos presentó a un personaje brillante y arrogante, un hombre que pierde todo lo que tiene pero se reinventa a sí mismo, transformándose de un cirujano legendario a un maestro de las artes místicas. El buen doctor no tiene tanto para jugar esta vez, aparte de algunos pensamientos sobre su relación fallida con Christine (Rachel McAdams), y aunque América parece una adición potencialmente interesante al universo de Marvel, ella gasta tanto de esta película en angustia activa, que en realidad no hay exposición de quién es ella en absoluto. Y así como se aprovecha y desaprovecha a la vez el personaje de América, así mismo se castiga demasiado a Wanda/Bruja Escarlata, quien definitivamente merecía un mejor trato después de los distintos sufrimientos que ha tenido desde Avengers: Infinity War.

Los fanáticos de Raimi disfrutarán de su travieso sentido de la diversión con las libertades que se le permite tomar con las reglas básicas y con la gravedad, y los fanáticos de Marvel saldrán encantados con pistas sobre dónde podría ir esta megafranquicia a continuación. Pero falta un nivel de drama humano en “Doctor Strange in the Multiverse of Madness”; la superficie de estos personajes está cargada de ingredientes, pero le falta cierto sabor, algo que los Avengers originales siempre tuvieron de manera natural.


Crítica Cinéfila: Perejil

 Después del entierro de su madre, los gritos distantes la despiertan en medio de la noche. Se ha ordenado la ejecución inmediata de todos los haitianos en suelo dominicano, y que alguien sepa o no pronunciar «perejil» es lo que sella su destino. Marie, sola en las montañas, embarazada de 9 meses y sin un lugar donde esconderse, debe abrirse camino a través de la densa naturaleza antes de que la masacre de Perejil la alcance.



La frase “aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla” es una muy presente en esta película. Le cabe importantemente a dos culturas que aún conviven con grandes diferencias de por medio, pero siempre amenazando de un posible conflicto político en el momento que una de las fuerzas sociales tiren un primer golpe. Y le cae como anillo al dedo a un cineasta que, con la llegada de su noveno largometraje de ficción, aún repite los mismos errores narrativos. 

Perejil es una historia dolorosa. Sigue un momento histórico relevante de la República Dominicana, el famoso genocidio haitiano del 1937, motivado por el dictador Rafael Leónidas Trujillo. Pero ¿cómo realmente nace esta situación? ¿O de verdad nació de la nada, y así la masacre se desató y acabó con todo a su paso en una sola noche? Porque así es que se interpreta con esta película. 

Algunos justificarán que no se explica porque se sigue desde una perspectiva más humilde y cercana al pueblo haitiano, donde la protagonista es Marie (Cyndie Lundy), una mujer haitiana embarazada que la masacre la agarra “a punto” de dar a luz. Ella está casada con un hombre dominicano, Frank (Ramón Emilio Candelario), quien le promete que no le pasará nada siempre que esté a su lado pues su nacionalidad la protege, aún cuando le advirtieron lo que iba a ocurrir y le sugirieron que salgan de allá cuanto antes.

Mientras que aquí la audiencia desconocerá muchos aspectos históricos que por responsabilidad social  ciudadana debe entender al adentrarse a este tipo de dramas de época, sí puso en contexto introductorio el espacio físico de este universo, un Dajabón en la misma frontera con Haití donde sus habitantes son principalmente de origen haitiano. Así mismo, introduce la historia con una cultura muy particular, en medio de un servicio funerario de la madre de Marie, a pie camino hacia un río y enriquecido de cantos en creol, este seguido por un almuerzo criollo haitiano de algo que parece ser chenchén. Marie se ha quedado con el crucifijo de su madre para que la proteja y se muestra con gran preocupación, uno se atreve a asumir que con el presentimiento activo de que algo va a ocurrir, hasta que de repente la masacre estalla y todo cambia en su actitud. Y así también decayó la película. 

Esta trama posee una serie de situaciones que provocan un desbalance cinematográfico a partir del momento en que inicia el genocidio. La primera es el desconocimiento del enfoque de Marie. La ausencia de un verdadero objetivo en el personaje hace que la audiencia se desconecte de sus actitudes. Ella está en búsqueda de su esposo y ¿luego qué? ¿Cruzar Haití con él? ¿Buscar refugio para su bebé? El objetivo varía de acuerdo a la persona con la que ella trate. El hecho de que ella priorice encontrar a su esposo poniendo en peligro su propia vida y la de su bebe también hace que uno hasta cuestione la lógica de este personaje, quien parece haber perdido todo sentimiento materno que presentó a principio de la película. La poca claridad de ella se ve aún más afectada por una actuación casi nula de emociones de parte de Lundy, a quien ya se conocía por su trabajo en Hotel Coppelia, donde esta autora se atrevería a decir que tuvo un mejor desenvolvimiento. Su ausencia de reacciones frente a las matanzas que ocurrían ante sus ojos crea descontento e incluso peocupación de cuál realmente será su posición en la historia. 

La segunda, y la cuál sorprende viniendo de un cineasta que ya ha pasado por ocho largometrajes de ficción y cuatro documentales, es en la parte técnica, donde existe una disparidad fotográfica muy prepotente que afecta tanto el cambio de planos como la estabilidad de la cámara. En un momento parecería que José María buscó inspiración cinematográfica de Barry Jenkins, en quien siempre predominan los planos frontales con un sutil travelling, pero se siente tan fuera de estilo en comparación al resto de la cinematografía de esta película que uno asumiría que fue un experimento y que terminó siendo un error de edición incluirlo. Así también se ve muy afectada la postproducción, que tiene una sensación desagradable de haberse hecho "bajo presión", con una colorización total muy pobre que crea un desequilibrio visual reconocible; a esto agrguenle una edición de sonido donde en momentos claves pudo haber jugado un mejor rol, pero que decayó de manera singular y sin aparente defensa. 

La tercera es la dirección de arte, la cual hizo su mayor intento por no demostrar que el camino de Marie se grabó en una sola localización, pero lamentablemente fue delatada por un plan cinematográfico inconsistente. Este aspecto es aún más decepcionante después de venir de una película como Hotel Coppelia, que lo que no pudo lograr en historia se superó en dirección de arte y vestuario. Pero tanto esta como la segunda situación son víctimas de un principal culpable: el sentimiento de apresuramiento. E independientemente de si se hizo o no bajo rapidez, la producción se siente así. Los errores técnicos se sienten como errores de principiantes, lo cual nadie en esta producción es.

Últimamente, José María ha recurrido al cine de época. Pero para poder hablar de historia, se debe conocer muy bien y así se evita la generación de dudas y cuestionantes en una audiencia que a lo mejor no conoce lo que realmente ocurrió y va a ver este tipo de películas en busca de una respuesta "corta y entretenida". Sin embargo, a Perejil le falta mucho para poderse considerarse una drama histórico. Le falta más introducción al mundo ordinario, salir un poco de la cabeza de la protagonista y seguir otros rumbos que abran más horizontes en esta historia encajonada tanto narrativamente como técnicamente. El lenguaje de los personajes se siente muy modernizado y se desaprovecha elementos narrativos que tienen ahí mismo, como las creencias de los haitianos o el mismo contexto de la palabra perejil, que solo es utilizada como tal casi al final de la película. Ahora parecería que el título de la película no debió haber sido ese.

El decaimiento de Perejil en la misma entrada del segundo acto es un recordatorio de una problemática constante que tiene José María con sus guiones (aquí trabajaron seis personas, lo cual también puede ser un conflicto). A lo mejor esta es la película con la que finalmente él reconocerá que ya es tiempo de buscar un estilo narrativo a seguir y abandonar ese salto de género en género; o por lo menos deberá autoanalizar su narrativa y reconocer lo que ya debería dejar de hacer en una película. Mientras tanto, uno debe prepararse mentalmente que entrará a un nuevo género y por lo tanto a un nuevo estilo narrativo, como ya es su costumbre.



domingo, 8 de mayo de 2022

Crítica Cinéfila: The Lost City

Durante una gira para promocionar su nuevo libro junto a Alan (Channing Tatum), la escritora Loretta Sage (Sandra Bullock) es raptada por un excéntrico multimillonario (Daniel Radcliffe), con la intención de que la autora le guíe hasta el tesoro de la antigua ciudad perdida sobre el que gira su último relato. Deseoso de demostrar que puede ser un héroe en la vida real, y no simplemente en las páginas de sus obras de ficción, Alan se lanza al rescate de la novelista. 



Hollywood parece que nunca estará completamente saciado de películas con personajes fuera de su elemento, escenarios que ya no hayan sido quemados en la gran pantalla, y tratamientos con toques cómicos casi satíricos. The Lost City , dirigida por Aaron y Adam Nee y escrita por Oren Uziel, Dana Fox y Adam Nee, llega con una comedia física que solo funciona con las películas de aventura extrema y con dos protagonistas atractivos como Sandra Bullock y Channing Tatum, hacen que la película sea una merecida adición al arquetipos de búsqueda de tesoros.

Loretta Sage (Bullock) es una autora de novelas románticas que acaba de terminar una nueva historia. Habla de aventuras, tesoros enterrados y ciudades antiguas perdidas en sus libros mientras descifra lenguas muertas. Desde que murió su esposo, vive como una reclusa mientras insiste en el pasado. Su publicista Beth (Da'Vine Joy Randolph) organiza una gira de libros con el modelo masculino que representa a Dash, un personaje de la saga literaria de Loretta. Su verdadero nombre es Alan (Tatum) y él no le cae bien a ella.

Vestida en un enterizo purpura de lentejuelas, la primera parada de la gira de Loretta es un desastre. No hay nadie interesado en ella. Quieren ver a Dash romperse la camisa. Después de estar molesta por la terrible experiencia, abandona el evento y posteriormente es secuestrada y enfrentada cara a cara con la multimillonaria Abigail Fairfax (Daniel Radcliffe). Ha estado buscando la ciudad perdida de D para encontrar la corona de fuego; ambas son cosas sobre las que ella ha escrito en sus libros inspirada en sus viajes con su esposo y por lo tanto no las cree reales. Sin embargo, por alguna razón Fairfax logró localizar la ciudad pero necesita que ella traduzca con precisión dónde se encuentra la corona; él cree que Loretta es la única que puede traducir el mapa de su ubicación. Alan es la única persona que vio cómo hombres extraños se llevaban a Loretta y planea rescatarla por cualquier medio necesario.

The Lost City toma muchos conceptos de películas como Indiana Jones, Romancing the Stone y cualquiera de las más recientes de Jumanji. No logra sostenerse por sí sola con tantos momentos narrativos tomados de otros, pero eso no es necesariamente malo, solo la hace menos original. La Ciudad Perdida es divertida, y la química entre los actores principales le da adrenalina a esta película. Individualmente, Bullock y Tatum son increíblemente carismáticos como individuos, pero como dúo, crean un ritmo de movimiento y sonido que hace que su química explosiva salte fuera de la pantalla y te golpee en la cara. 

Tampoco le temen a las payasadas ni a la comedia física. Con The Lost City, Bullock demuestra que todavía tiene la capacidad de caer y parecer tonta para reírse. Tatum también tiene un currículum repleto de papeles principalmente cómicos, que ha perfeccionado y en los que sobresale. Se enorgullece de usar su apariencia y encanto, actuando como un payaso de clase. La gran sorpresa de este tipo de roles es Daniel Radcliffe, quien cae en lo ridículo con un Fairfax obsesionado por un tesoro que él quiere obtener por una razón que solo él conoce. Hay rostros conocidos, como Héctor Aníbal en un personaje secundario de secuaz a Fairfax pero solo es recordable por su trascendencia en el cine local; su talento es desaprovechado aquí en un rol que pasa totalmente desapercibido y los diálogos obtenidos se sienten fuera de lugar. Mientras tanto, el Jack Trainer de Brad Pitt fue un personaje que se robó cada segundo en pantalla con una actitud nivel John Wick pero en un vestuario robado seguramente del closet de la Roca.

Aunque The Lost City se parece narrativamente a muchas historias ya visitadas por el género de aventura, lo que no repite es la escenografía paradisíaca de República Dominicana, con espacios que incluyen Samaná, Santo Domingo, Casa de Campo, Monte Plata y el Estudio de Pinewood en Juan Dolio. Desde la humedad de los bosques naturales que claramente utilizaron hasta las costas de playa, se sienten como una perspectiva casi turística para los que no conocen la media isla. El Departamento de arte se lo luce con momentos que parecen sacados de momentos de The Mummy (1999) o la más reciente The Jungle Cruise (2021). Pero estos son cumplidos para el trabajo de escenografía, solo indica la poca originalidad del guión, algo que se va notando aún más en el curso que la película avanza.

Sin embargo, aunque el trabajo de los directores no es notable de ninguna manera, ciertamente es fácil decir que aman lo que hacen. Bullock y Tatum son el pegamento que mantiene unida esta película y son infinitamente más interesantes que lo que sucede a su alrededor. Sin ellos, The Lost City no se habría sostenido a través de su tiempo de ejecución de casi dos horas. El dúo es naturalmente divertido y sabe cómo agregar niveles de vulnerabilidad a cualquier rol que aborde. Sobre todo, saben cómo pasar un buen rato y la energía que emiten es contagiosa.


Crítica Cinéfila: The Northman

 En Islandia, en pleno siglo X, un príncipe nórdico (Skarsgard) busca vengar a toda costa la muerte de su padre.



Ha pasado un tiempo desde que vi una buena batalla cruda repleta de sangre en la que guerreros semidesnudos con pieles de animales que apenas les tapaba lo necesario se lanzaban a los opuestos, empuñando espadas y antorchas encendidas, escudos, hachas y dagas, mientras gritan diálogos. que en su mayoría comienza y termina con gritos de muerte. Todo eso representa un 50% de The Northman, un sueño vikingo que hace que los horrores artesanales que pusieron al director Robert Eggers en el mapa, The Witch and The Lighthouse, parezca películas de Disney. Para usar un término de un canto ritual junto a la chimenea donde Amleth de Alexander Skarsgård borra la línea entre el hombre y la bestia, este es el "berserker" indómito de las leyendas nórdicas.

Navegando el salto de sus películas anteriores de culto instantáneo con un presupuesto modesto, Eggers no tiene miedo. Beneficiándose nuevamente del trabajo exacto y detallado del diseñador de producción Craig Lathrop y la diseñadora de vestuario Linda Muir, el director evoca una atmósfera inmersiva y penetrantemente evocadora que nos catapulta a principios del siglo X, un pasado oscuro y visceralmente violento en el que el salvajismo humano y lo sobrenatural coexisten.

El diálogo romantizado en el guión que Eggers coescribió con el novelista y poeta islandés Sjón (Lamb) a menudo provoca risas, y los acentos escandinavos que salen de la boca de actores como Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy y Ethan Hawke corren el riesgo de provocar una recaída traumática nivel House of Gucci. Es una película audazmente loca que amenaza con desviarse hacia una especie de tierra de nadie donde Game of Thrones se encuentra con Monty Python. Y eso es incluso antes de que Björk aparezca como una vidente bruja, vestida con mimbre, conchas marinas y metáforas. Pero la energía merodeadora de The Northman te mantiene como esclavo y el Príncipe Amleth es la máquina asesina y vengativa que Skarsgård nació para interpretar. 

El guión se basa tanto en los mitos nórdicos como en las sagas familiares islandesas, tomando de la leyenda escandinava de Amleth que inspiró el Hamlet de Shakespeare. El prólogo tiene lugar en el ficticio reino insular del Atlántico Norte de Hrafnsey, donde el rey Aurvandil (Hawke), también conocido como War-Raven, llega a casa con mucha fanfarria después de haber ganado una batalla. La herida en su estómago lo impulsa a preparar a Amleth (Oscar Novak), de 10 años, para tomar el trono, a pesar de las objeciones de la reina Gudrún (Kidman) de que su hijo es solo un niño. La iniciación trascendental de Amleth consiste en gatear a cuatro patas bajo tierra con su padre, aullando como lobos. Además, eructar, tirarse pedos, levitar y acceder a visiones perturbadoras a través de la herida de Aurvandil. El sueño de todo niño vikingo supongo.

Tan pronto como Amleth ha jurado vengar a su padre en caso de que muera por la espada de un enemigo, el niño es testigo de su asesinato a manos de su tío Fjölnir (Claes Bang), cuya atracción por la reina ya ha sido objeto de bromas por parte del tonto de la corte chamánica, Heimir (Willem Dafoe).

“Tráiganme la cabeza del niño”, ordena Fjölnir a sus hombres, acompañado por las cuerdas y los tambores de la partitura contundente de Robin Carolan y Sebastian Gainsborough. Pero Amleth, después de ver la matanza de los aldeanos varones, el secuestro de las mujeres y la reina colgada del hombro de Fjölnir y arrastrada gritando, escapa en bote, y jura "rescatar a su madre, matar a su tío y vengar a su padre".

Un par de décadas más tarde, Amleth se ha transformado en un hombre musculoso que aprovecha el espíritu del lobo y del oso, y carga una ira constante dentro de sí. Viaja por la Tierra de la Rus con una manada de asaltantes vikingos que aparentemente nunca encontraron un asentamiento eslavo que no pudieran saquear. Pero la vidente madre tierra de Björk lo reconoce como el príncipe perdido y le recuerda su destino. Al enterarse de que Fjölnir fue expulsado del reino que usurpó y huyó a una comunidad agraria remota en Islandia, Amleth aborda un barco de esclavos que se dirige allí para proporcionar mano de obra.

Anya Taylor-Joy interpreta a una compañera de viaje que reconoce una buena conexión cuando la ve. “Soy Olga del Bosque de Abedul”, dice a modo de presentación, y agrega que mientras él tiene la fuerza para romper los huesos de los hombres, ella tiene la astucia para romperles la mente. Ambos son aceptados en la granja de Fjölnir, donde Olga se gana gradualmente la confianza de Amleth y él revela su plan para asesinar a su tío y salvar a su madre, quien cree que solo está fingiendo amor por su secuestrador por el bien de su hijo pequeño (Elliott Rose).

Las películas de Eggers han compartido una fascinación por las propiedades mágicas de los animales como aliados narrativos: una cabra en The Witch, una gaviota maldita en The Lighthouse. La fauna oculta esta vez son cachorros de lobo y cuervos, el primero que lleva a Amleth a encontrar una enorme espada de los muertos vivientes, conocida como The Night Blade; el último se ocupa con sus picos cuando es torturado y atado al final del juego.

La narración se acelera a medida que Amleth se acerca a su objetivo, causando una carnicería entre los hombres de su tío y provocando el temor de un "espíritu desquiciado" entre ellos. La trama se vuelve más frenética aunque permanece lúcida. 

El reencuentro de Gudrún con el hijo que durante mucho tiempo creyó muerto debería haber sido un momento de gran dramatismo. Pero es difícil no reírse cuando Kidman, con una larga cabellera y luciendo un acento de Natasha Fatale, decide optar un coqueteo incestuoso. Cuando Fjölnir sufre una pérdida dolorosa y grita: "¿Qué mal es esto?" Gudrún le lanza una mirada de muerte con los ojos muy abiertos y le grita: "¡Compórtate!". como si fuera una Austin Powers nórdica.

El romance entre Amleth y Olga tiene tiempo para florecer durante todo esto. También hay un interludio en un caballo volador montado por una valquiria de ojos ardientes (Ineta Sliuzaite). Pero incluso cuando Amleth asegura la continuación de su linaje, su cita mortal con el tío Fjölnir en "las puertas del infierno" permanece. Esa sería la boca de un volcán activo, donde pelean desnudos, como lo haría cualquier guerrero medieval que se respeten. 

La película está filmada por el director de fotografía habitual de Eggers, Jarin Blaschke, con una propulsión inquieta y una sensación de textura para los paisajes dramáticos, con un añadido natural de la lluvia, el viento, la nieve y el hielo, o cubiertos de barro y ceniza. La coreografía de las escenas de combate, tanto la puesta en escena como el rodaje es alucinante. También es completamente envolvente el diseño de sonido denso, con instrumentos de la era vikinga que se escuchan junto con los elementos atronadores y el caos de la lucha.

The Northman es ciertamente una gran película, y si bien su intensidad histérica a veces se convierte en exageraciones, es generosa y estimulante en su descripción de una cultura gobernada por los ciclos de violencia. La cohesión de la visión de Eggers inspira admiración, al igual que el compromiso de su equipo, tanto delante como detrás de la cámara.

Skarsgård, que ha estado trabajando durante más de una década para desarrollar un proyecto cinematográfico arraigado en su amor de la infancia por el mito y la tradición vikinga, nunca ha sido más feroz o físicamente más imponente. Taylor-Joy, que comenzó en La bruja, es seductora mientras Olga teje canastas y trama estragos. (Sus padres de esa película anterior, Kate Dickie y Ralph Ineson, también hacen apariciones en esta historia). 

Ya sea que te creas esta estremecedora historia de Eggers, te adentres en su hechicería empapada de sangre o te burles ante sus excesos, la película te hace apreciar el espectáculo grande, ruidoso y de pelea que en estos días ya no vemos tan a menudo.  En otras palabras, es un trabajo de imaginación audaz, no otra rama de una propiedad intelectual familiar. Solo eso merece respeto.


viernes, 6 de mayo de 2022

Crítica Cinéfila: X

En 1979, un grupo de jóvenes cineastas se propusieron hacer una película para adultos en la zona rural de Texas, pero cuando sus anfitriones solitarios y ancianos los atrapan en el acto, el elenco pronto se encuentra en una lucha desesperada por sus vidas.



Pornografía. Los años 70. Una masacre de una noche de verano en Texas. Hay tantas palabras de moda lascivas que puedes aplicar al regreso de terror de Ti West que todo lo que parece faltar es una motosierra para que se convierta en el remake que todos los aficionados del cine de terror nos merecemos. Pero a pesar de la vivacidad bullosa que trajo consigo, lo que es más sorprendente sobre el simplemente titulado X es que nunca intenta ser un remake. Esta producción de A24 sobre trabajadoras sexuales y estrellas del porno tiene un alma melancólica y, al menos durante la primera mitad de su tiempo de ejecución, se ocupa de asuntos por encima de lo advertidos. Más tarde su punto medio se convierte en un homenaje a Alfred Hitchcock.

La película ciertamente incursiona en la explotación de herramientas ya vistas, complaciendo felizmente cada cuadro de 16mm que vemos de la película dentro de la película, pero descartarlo como simplemente esos elementos más básicos perdería los conceptos más intrigantes de sus dos primeros actos. Esencialmente X es un experimento intencionalmente discordante que mezcla tonos y estilos. Si bien no siempre vale la pena, el ejercicio produce resultados muy interesantes.

La premisa es tan sencilla como pueden ser las películas de terror. Un grupo de cineastas, algunos veteranos de la floreciente industria obscena y otros estudiantes de la Universidad de Austin en busca de experiencia en el mundo real, salen de Houston en un soleado día de verano de 1979 para filmar una película para adultos. El nerd cinéfilo RJ (Owen Campbell) dice que es para hacer “la primera película para adultos con calidad cinematográfica”, pero su recatada novia Lorraine (Jenna Ortega) tiene sus dudas.

El resto del elenco y el equipo no se hacen tales ilusiones, incluida la estrella Maxine (Mia Goth). A pesar de ser la actriz principal de "The Farmer's Daughters", Maxine es una mujer que siempre parece estar llorando, incluso cuando sonríe de oreja a oreja. Y acepta este trabajo, que la aleja de la familiaridad de un club de striptease, porque su productor y novio Wayne (Martin Henderson) le promete que este será el porno que la convertirá en una verdadera estrella, tan grande como cualquiera en California. Mientras tanto, Bobby-Lynne (Brittany Snow) y Jackson Hole (Scott Mescudi) parecen dispuestos a cualquier tipo de aventura.

Todos obtienen más de lo que esperaban cuando, para tomar atajos, Wayne alquila la casa de huéspedes de una granja decrépita de principios de siglo, propiedad de una pareja mayor que ha estado allí probablemente durante el mismo tiempo. Wayne, por supuesto, no les dijo que estaban aquí para hacer ese tipo de película, pero una mirada lasciva de la anciana Pearl (también Goth en un papel doble) sugiere que la pareja anciana tienen una creatividad mucho más grande que la de estos jóvenes promiscuos.

X promulga una estructura y estilo tan antiguos como las películas slasher de los años 70, pero la forma en que West aborda el material es lo que le da a la película un corazón amargo y único. En su mejor película de terror hasta la fecha, The House of the Devil (2009), West exploró de manera similar el horror religioso no solo en un escenario de época, sino en lo que se sintió como una película auténtica de los 70. Es un narrador con un verdadero afecto por la tensión lenta y la ansiedad de lo que puede ocurrir antes de que suceda algo sangriento.

Con sus raíces slasher, X se mueve un poco más rápido hacia el gore y otras formas de excitación visual, pero el cineasta aún la inculca con una paciencia deliberada que genera temor y a su vez romanticismo de su época. De hecho, la película se siente como una carta de amor al cine independiente de los 70. En lugar de ser un sucesor de las sensibilidades que creó la casa productora Grindhouse, es una oda a ellas.

No obstante, el horror durante gran parte de su primera hora se basa en la edición tensa de West y David Kashevaroff, que retiene sus imágenes más horribles hasta que menos las espera. Este ejercicio de estilo, y las extrañas yuxtaposiciones de cortes exitosos, crean un estado de ánimo efectivo que deja a los espectadores siempre incómodos. 

Mientras que la película muestra una sensibilidad sorprendente hacia sus protagonistas trabajadoras sexuales, la descripción de los monstruos proverbiales de la película es donde la película desciende hacia la sórdida obscenidad de una criatura que seguro encontraríamos en los autocinemas del 1979. Por diseño, se le pide al público que cuestione sus propios prejuicios hacia las personas mayores, especialmente en una cultura que fetichiza la carne joven y castiga con envidia a la figura envejeciente. 

Goth sigue siendo doblemente eficaz en ambos roles. El casting obviamente se inclina hacia la dualidad del paradigma de la era de la belleza, pero es la actuación amarga de Goth como ambas mujeres lo que agrega textura a la idea y va más allá del maquillaje aterrador que tiene que interpretar en el segundo papel. Como actriz que siempre lució un poco como una muñeca de porcelana lista para romperse en películas anteriores, Goth revela bordes afilados nunca antes visto. Ortega también hace un trabajo sólido, uno mucho mejor que el logrado en Scream (el cual es el único personaje rescatable de esa secuela).

La forma en que visualiza el anhelo cinematográfico, ya sea en tu juventud o en el ocaso, es donde prospera el horror de X. Ese escalofrío no vive en espantosas escenas de asesinatos, sino en momentos como cuando Bobby-Lynne canta una versión acústica de "Landslide" de Fleetwood Mac, y vemos los rastros del envejecimiento. Darse cuenta de que el deseo y el arrepentimiento son dos caras de la misma moneda efímera que todos estamos gastando actualmente puede ser material suficiente para ocasionarnos pesadillas en las noches.


Temporada de Premios: Ganadores a la III Edición de los Premios ADOPRESCI

La Opera Prima "Candela" de Andres Farías triunfa como la gran ganadora de la noche tras llevarse el premio mayor a Mejor Película en la III entrega de los Premios ADOPRESCI.



La Asociación Dominicana de Prensa y Crítica Cinematográfica (ADOPRESCI) hizo entrega del Premio de la Crítica Cinematográfica en la gala de la III edición realizada el pasado jueves 5 de mayo en el Centro Cultural Banreservas en la que también se rindió un reconocimiento al crítico de cine e investigador el padre jesuita José Luis Sáez, con el apoyo de Banreservas, el Centro Cultural Banreservas, Logomarca, EGEDA Dominicana y la Dirección General de Cine (DGCINE).

En el acto, la producción dominicana “Candela” dirigida por Andrés Farías y producida por Pablo Lozano, fue galardonada como la Mejor Película del año 2021, dicho galardón fue entregado por Marianna Vargas, Directora General de Cine (DGCINE) junto a Dahiana Acosta, Presidente de ADOPRESCI. También esta producción alcanzó los premios al Mejor Sonido para Marco Salaverría y Mejor Edición para Juanjo Cid.

Sarah Jorge León, galardonada Mejor Actriz por "Candela" 

En la categoría de Mejor Actor el premio fue para Vicente Santos por su trabajo en “Liborio” y para Mejor Actriz lo obtuvo Sarah Jorge León por “Candela”, mientras que en la categoría al Mejor Guion fue para Alejandro Andújar por “El Blanco”.

En cuanto a las demás categorías los miembros de Adopresci otorgaron los premios a la Mejor Fotografía para Israel Cárdenas por “La Fiera y la Fiesta”, Mejor Musicalización para “Liborio” realizada por Federico Chalas y Fermín Quintana, y otorgando el premio a la Mejor Dirección para los realizadores Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas por “La Fiera y la Fiesta”.

La gala de esta III edición del Premio de la Crítica Cinematográfica también sirvió de un emotivo reconocimiento especial del Personaje de la Industria Cinematográfica para el crítico, historiador, catedrático universitario y sacerdote de la Compañía de Jesús, José Luis Sáez Ramo autor del ensayo “Historia de un sueño importado”, obra elogiada por muchos críticos e investigadores cuyos datos han servido para seguir profundizando en el estudio de la cinematografía local. A través de un emotivo video el padre jesuita narró, algunos de los aspectos de su vida como amante del cine y como investigador histórico.

El rango tomado por ADOPRESCI para la selección de las películas que participaron en esta tercera edición fueron las producciones fílmicas exhibidas entre el 1ero de enero del 2021 hasta el 31 de diciembre de ese mismo año y distribuidas de manera comercial a través de una sala de cine establecida en el territorio nacional.

Dahiana Acosta (Presidenta de ADOPRESCI), Pablo Lozano (Productor de "Candela") y Marianna Vargas (Directora de DGCINE)


















A continuación la lista completa de ganadores:

Mejor Película
"Candela" dirigida por Andrés Farías, producción de Pablo Lozano. 

Mejor Dirección
Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas por "La Fiera y la Fiesta".

Mejor Guion
"El Blanco" escrita por Alejandro Andújar.

Mejor Actor
Vicente Santos por "Liborio".

Mejor Actriz
Sarah Jorge León por "Candela".

Mejor Fotografía
"La Fiera y la Fiesta" de Israel Cárdenas

Mejor Sonido
"Candela" de Marco Salaverría

Mejor Musicalización
"Liborio" de Federico Chalas y Fermín Quintana

Mejor Edición
"Candela" de Juanjo Cid

jueves, 5 de mayo de 2022

Crítica Cinéfila: The Outfit

Chicago. 1956. Leonard (Rylance), es un sastre inglés que confeccionaba trajes en la mundialmente famosa Savile Row de Londres. Después de una tragedia personal termina en Chicago, trabajando en una pequeña sastrería en una zona difícil de la ciudad donde hace ropa elegante para las únicas personas a su alrededor que pueden pagarla: una familia de gángsters. Esta familia de mafiosos intentará aprovecharse de la naturaleza gentil y complaciente de Leonard, que junto a su asistenta Mable (Zoey Deutch) se verá implicado con la mafia de una manera cada vez más grave.



Es difícil imaginar a alguien más adecuado que Mark Rylance para el papel principal de "The Outfit" de Graham Moore: la historia de un sastre de Savile Row (técnicamente un "cortador", pero volveremos a eso) que presta su establecimiento a un mafioso irlandés en 1956 Chicago. El personaje de Rylance, Leonard Burling, conoce las reglas: mantienes la cabeza baja y la boca cerrada y, a cambio, el clan Boyle te trata casi como a una familia. Y si no lo hace, bueno, todos hemos visto suficientes películas de gángsters como para conocer las consecuencias.

Leonard casi nunca sale de su taller, y nosotros tampoco, en “The Outfit”, una película negra contenida, casi como una obra de teatro. Hoy, por supuesto, este es otro ejemplo más de la tendencia de la era COVID de atraer a un puñado de personajes a un solo lugar donde tiene lugar algún tipo de crimen. Pero Moore, quien ganó un Oscar por su guión de "The Imitation Game", es mejor escritor que muchos otros que quisieron lanzarse a principios de la pandemia, por lo que ensamblar "The Outfit" como un juego de adivinanzas estratégicas, al estilo de "Deathtrap" o " Sleuth”, cuando el espacio de trabajo de Leonard se convierte en una especie de sala de calderas después de un tiroteo nocturno parece haber sido un movimiento limpio y fácil. Hay una rata entre los hombres de Boyle, y la identidad de esa persona se descubrirá en la tienda de Leonard.

Moore ha creado un pequeño thriller inteligente y un lienzo decente las cuales perfeccionan sus habilidades como director. Lo más original de “The Outfit” es la decisión de Moore de centrarse en un ex “cortador” de Savile Row. Esa palabra es más expansiva que “sastre”, aprenderemos, describiendo a alguien que crea guardarropas completos, en lugar de especializarse en una sola prenda. "Cutter" también suena más peligroso, y aunque Leonard parece increíblemente afable al principio, una mirada a su confiable par de tijeras hará que la mayoría de las personas traten de adivinar a quién y cómo se utilizarán en la película.

Lo más probable es que Leonard tenga otros clientes además de Roy Boyle (Simon Russell Beale) y su pandilla, aunque no vemos muchos, aparte de un primer montaje de medición en el que aprendemos cómo un traje a la medida se adapta a diferentes tipos de personalidad. La diseñadora de "Kingsman: The Golden Circle" Sophie O'Neill y el diseñador de moda Zac Posen proporcionan las piezas, que no son tan llamativos como lo fueron los conjuntos de "Untouchables" vestidos de Armani de Brian De Palma, pero reflejan el cuidado de la artesanía, incluso en fragmentos, ya que Moore muestra a Rylance ensamblarlos desde cero.

La tienda de Leonard también sirve como punto de entrega para los tratos de Boyle. Hombres con pistolas anchos, mandíbulas cuadradas y abrigos grandes desfilan, dejando gruesos sobres en una caja en la pared, y rara vez se quedan el tiempo suficiente para quitarse los sombreros. Leonard actúa como si todo fuera perfectamente normal, un guardián silencioso de secretos que parece interesado única y exclusivamente en su oficio. La narración de Leonard puede ser deliberadamente engañosa a veces, ocultando astutamente aspectos de su personalidad incluso cuando revela otros. 

No mucho después de que Richie (Dylan O'Brien), el hijo de Roy, y Francis (Johnny Flynn), el jefe de armas, entraran a trompicones en la tienda, el primero con un tiro en el estómago, el segundo agitando su pieza como si tuviera la intención de usarla, Leonard toma una decisión calculada pero riesgosa. Primero cose a Richie, y luego le dice al vástago de Boyle, que no es demasiado brillante, “Yo soy la rata. He estado vendiendo información a tus enemigos, y dejé que los federales plantaran su micro". Leonard parece un hombre honorable, pero tiene esa cualidad británica seca que puede ser difícil de leer. Moore aprovecha la ambigüedad por todo lo que vale, ya que el rango de Rylance es tal que en realidad no podría ser más que un tipo de mayordomo con presión arterial baja y, sin embargo, también podemos imaginarlo rociando la habitación con gasolina.

Moore ha dicho que la idea de "The Outfit" surgió al leer un informe de que la primera evidencia grabada recopilada por los federales en un gran caso de crimen organizado fue tomada de micrófonos ocultos colocados en una sastrería de Chicago. Esta no es una recreación de ese episodio, aunque el detalle disparó la imaginación de Moore (él coescribió este guión con Johnathan McClain) y envió a la pareja por un sinuoso camino de manipulación y juegos mentales. También les proporcionó el doble sentido del título de la película: aquí, un fabricante de trajes se encuentra atrapado en medio de una lucha de poder masiva, mientras los antiguos aliados de Boyle comienzan a sospechar unos de otros y estalla una guerra de pandillas fuera de la pantalla ordenado por una oscura organización del inframundo conocida como "el equipo".

A pesar de ser una historia mayormente masculina, el conjunto incluye a dos mujeres: la asistente de Leonard, Mable (Zoey Deutch), y una jefa criminal rival (Nikki Amuka-Bird) del clan LaFontaine, que llega antes de que acabe la noche. Luciendo en forma con su sombrero fedora, Flynn se adapta bien al escenario de época, al igual que Beale, lo que no debería sorprender a nadie, dadas sus habilidades en la Royal Shakespeare Company. Pero esta es claramente la película de Rylance para dar forma, lo que hace aparentemente disminuyéndose en la presencia de los demás. Es un viejo truco de actuación de Lee Strasberg: dejar que los otros personajes hagan truenos, luego robarles la película a través de las reacciones de uno. Rylance puede llegar a lo grande, como lo hace en "Don't Look Up" y "The Trial of the Chicago 7", pero un papel como este le queda mejor.