Stephanie (Anna Kendrick) es una joven madre bloguera de una ciudad pequeña cuya mejor amiga, la sofisticada Emily (Blake Lively), desaparece un día repentinamente. A Stephanie le ayudará en su búsqueda el marido de Emily, Sean (Henry Golding). (FILMAFFINITY)
Las películas sobre desaparaciones han abarcado todo tipo de géneros cinematográficos de una manera que no deja de sorprender a la industria. Una de las más recientes Searching sorprendió en Sundance, no solo por su estilo tan particular ni por cómo elevó la preocupación del protagonista sobre el paradero de la chica desaparecida, sino por la lógica detrás de todo el lío que se armó escena tras escena. A Simple Favor es un sazón distinto que funciona... hasta que llega al final.
Basado en la novela de Darcey Bell del mismo nombre, Stephanie (Anna Kendrick) es una madre soltera que usa su plataforma digital para buscar a su mejor amiga, Emily (Blake Lively), cuando de repente desaparece. Mientras la policía busca a Emily, Stephanie se acerca al cercano marido novelista de Emily, Sean (Henry Golding), pero las cosas comienzan a desmoronarse ya que los pasados de ambas mujeres revelan oscuros secretos (spoiler: Emily tiene -o tenía- una hermana gemela, y Stephanie se acostó con su hermano, quién posiblemente la embarazó de su hijo).
Feig se ha hecho de nombre gracias a sus escandalosas comedias como Bridemaids, pero también ha demostrado que está ampliamente equipado para manejar el suspenso y las revocaciones con proyectos de misterio, como bien hizo en The Heat and Spy. Aquí, él crea buenos momentos de reír a carcajadas y otros demasiado siniestros para lo que se esperaría de la trama, con dos personajes completamente opuestos entre ellos, pero que funcionan ya que se complementan en sus debilidades. A pesar de estar aventajado por basarse en un libro, Lively y Kendricks son las que verdaderamente le dan vida a esta historia, otorgando una química increíble y a la vez fuera de lo que están acostumbradas a presentar -sobretodo Lively, a quien ya la estaban acostumbrando con el papel de niña buena-.
Ahora, tengo una pregunta al querido director y la escritora de esta película: ¿cómo llegaron a ese final? Y si me dicen que es culpa del libro, tengo que escribirle una carta a Darcey Bell. Este es un thriller sinuoso con tantos giros y curvas que una montaña rusa de Six Flags le queda corta. Y esto comienza justo cuando nuestra protagonista decide jugar a detective y comienza a descubrir cosas que eran mejor ni conocerse. El problema con estos giros y sorpresas es que resultan muy confusos y otros demasiado coincidentes. Y ahora vienen todos los spoilers del climax: ¿cómo es posible que un día Stephanie comienza a dudar del esposo de Emily por la muerte de su amiga, luego resulta que ella se encuentra con Emily, y minutos más tarde está trabajando junto al esposo de Emily para incriminarla de la muerte de su hermana gemela? ¿Cómo esto es posible, lógico o por lo menos creíble?
Pero dejando a un lado el mercochoso final, la película sobresale por la elegancia de sus escenas, desde su puntaje francés sexy hasta sus relucientes martinis de ginebra, y arma el estilo, usándolo para mantener al público fuera de balance a medida que se desarrolla el misterio. La manera en que utiliza el jazz moderno para presentar los cambios de secuencia resulta ingenioso y a la vez increíblemente refinado. Y no se puede dejar de mencionar el diseño de vestuario que se convierte en una pasarela de modas de casi dos horas de duración, mezclando un estilo hogareño de los 50 con un modernismo fino de los millenials de Wall Street.
El guión es demasiado complicado para su propio bien. La abundancia de pistas falsas disminuye poco a poco el impacto de la verdad cuando finalmente se revela. Stephanie y Emily reciben pasados oscuros que nunca rinden en algo satisfactorio. Sin embargo... entretiene. Tiene un no se qué y un quién sabrá qué que logra capturar a su audiencia y, por más veces que digas "¿cómo así?" la esencia de los personajes te mantendrán atajado al asiento, y creciendo en ti las ganas de un buen martini y un par de aceitunas.