Cuando una joven madre es atrincherada dentro de una despensa por su violento ex novio, debe usar el ingenio para proteger a sus dos hijos pequeños del peligro creciente mientras encuentra un escape.
En un plano moderno donde estar encerrados en una habitación se normalizó para todo el mundo, una película como Shut In parecería un homenaje a aquellas personas que, no solo se vieron atrapados en sus propios hogares, sino que se sucumbieron en crisis existenciales y emocionales buscando ayuda en los lugares más asequibles, pero riesgosos. Esta historia, relativamente sencilla, de pocos personajes, escenarios y conflictos, pudiese ser una propuesta de terror psicológico muy bien establecida. Sin embargo, tuvo una precariedad en uno de esos aspectos que son irremplazables si se dejan atrás: el sentimiento.
Al final se convirtió en todo menos lo que se anticipaba. En primera escala, Shut In no es para los aprensivos; esta es una película de valores cristianos con demasiados momentos desagradables. Rainey Qualley interpreta a una madre soltera de dos hijos, Jessica, una adicta en recuperación que no hace mucho que salió de rehabilitación. Jessica se está mudando de la granja rural que heredó de su abuela, demasiada arruinada para pagar los impuestos, en busca de un espacio y trabajo que pueda permitirle estabilizar su propia vida y la de sus hijos. En su primer acto, Jessica es una madre complicada y muy recta con su adorable Lainey (Luciana VanDette) de cuatro años, quien hace su mayor intento por agradar a su madre. Hasta que desafortunadamente se encierra en la despensa de la casa. Parecería que en ese momento inicia la trama vendida a su audiencia... pero ahí no es.
Justo cuando Lainey está buscando la manera de liberar a su madre con herramientas sacadas de la despensa y su escasa fuerza para mover el manubrio de la puerta, llega Rob (Jake Horowitz), su ex-pareja, propenso a la violencia y todavía adicto y la deja salir. Cuando lo confronta por su claro aspecto destruído y por venir en compañía de su amigo y dealer Sammy (Vincent Gallo), quien ha sido convicto por asalto de menores, Rob se siente demasiado atacado y decide volver a encerrar a Jessica en el despensa, pero para su peor suerte, lo hace clavándole trozos de madera para que le sea imposible salir de allí.
El director DJ Caruso (Disturbia, xXx: Return of Xander Cage) y la escritora Melanie Toast prepararon este thriller de invasiones domésticas con el giro que, durante la mayor parte de la película, Jessica está encerrada en la despensa y tiene que tratar de mantener a Lainey ( Luciana VanDette) y su hermano pequeño a salvo. Mucho se ha hablado del hecho de que el guión de Toast llegó al Black List de Hollywood y que parece tener muy buenas intenciones. El claro problema fue el conjunto de reescrituras que sufrió en su camino a la pantalla, porque no hay nada realmente ejemplar al respecto para ser comparado con otros que también llegaron allí (como Queen & Slim, y Jojo Rabbit, ambas del 2019).
No es que Shut In sea una mala película; simplemente es muy normal para poder ser considerada una producción que sale de esta lista de obras. Existen momentos de suspenso cuando Jessica se encuentra en situaciones de las que no podía ver una salida obvia, pero al mismo tiempo parecería que el riesgo hacia los niños no estuviese presente. Por otro lado está el factor publicitario, en el cual decidieron vender la historia con la temática "un extraño en la casa y cierre involuntario" cuando en realidad ese no es el tema. El único factor real es la barrera física que existe entre Jessica y sus hijos, y el hecho de que realmente hace lo imposible por salir de ahí.
Sin embargo, Shut in aprovecha el encierro del personaje y coloca una serie de elementos simbólicos que hacen que se pueda apreciar con otros ojos, lo que concluye con su director implicando en cualquier tensión aspectos religiosos en un primer plano. Desde Rob clavando un clavo en la mano de Jessica mientras sella la despensa hasta escenas de ella sentada leyendo la Biblia, Shut In deja muy clara su naturaleza basada en la fe. Y si el objetivo de una película es mostrar el poder de Dios y su capacidad para salvar a aquellos con fe, solo hay una forma en que realmente puede terminar. Si no salen bien, eso anula todo el objetivo de la película y aliena a la probable audiencia. En un tercer acto donde el personaje parece sacrificar todo, llega algo de redención pero su arco es demasiado apresurado. Es un buen esfuerzo de parte de Qualley, quien no exagera sus emociones durante el segundo acto, pero su entrada y su final, que son los dos momentos narrativos que más retiene la audiencia, son quizás los momentos más pobres en términos de su actuación.
Bien hecho desde un punto de vista técnico y con una dirección aceptable aunque poco inspirada de DJ Caruso, Shut In es un thriller que termina siendo bajo en cualquier emoción real. Es como ver un episodio de un programa de televisión, donde se quedar atrapado en la acción, pero nunca se tiene ninguna duda sobre cómo termina.