Dani (Florence Pugh) y Christian (Jack Reynor) atraviesan una dura crisis de pareja que ha dejado realmente tocada su relación amorosa. Sin embargo, ambos deciden darse una oportunidad, y junto con el resto de sus amigos, se embarcan en un prometedor viaje a un festival de verano que se celebra una vez cada 90 años en una remota aldea de Suecia.
Ari Aster hizo su debut en la pantalla grande el año pasado con la película Hereditary, una trama que a muchos impresionó, excepto a mi. Mi mayor queja fue que, a pesar de una premisa interesante y un trailer que prometía salir del cine aterrorizado, me pareció lenta y con carencia de elementos del cine de terror. Un año después, mi opinión se mantiene, mas no la curiosidad de entender a este cineasta. Y después de ver sus cortometrajes The Strange Thing About the Johnsons (2011) y Munchausen (2013), y Midsommar, la sensación de terror de este verano, me atrevo a decir que finalmente he sido atrapada por la narrativa de Aster.
Dani es una estudiante de psicología que pasa por uno de los momentos más difíciles de su vida. Después de que su hermana se suicidara, matando también a sus padres, se ve a la vez atrapada de una relación amorosa tóxica donde no ve ningún interés en su novio Christian por querer sacar la relación adelante. Christian, quien desde hace meses le ha expresado a sus amigos lo problemática que es su relación con Dani, no termina de coger valentía y salir de ella por el simple hecho de que se ha acostumbrado a sus problemas de pareja. Pero cuando es invitado a Suecia con sus amigos, el miedo a mentirle a Dani lo obliga a invitarla a último momento para que asista a un evento de verano que su amigo Pelle (Vilhelm Blomgren) les ha motivado a asistir, un festival que solo ocurre cada 90 años y que su comunidad, los Hårga, permanece recluída en una zona escondida de Suecia.
Pero entre bebidas alucinógenas y algunos rituales fuera de lo común, Dani se va alejando del grupo y va experimentando el duelo por la pérdida de su familia, sino también encuentra hombros para llorar una relación que nunca le ha sumado y que solo parece ser un dolor en el pecho.
Ari Aster es un cineasta que tiene un estilo e incluso una narrativa cinematográfica muy particular: cada momento tiene un significado y una razón de ser dentro de la misma película, y hay escenas claves que son las que desatarán no solo el conflicto principal, sino también catálisis que representan un desgarre de emociones para los personajes. Su enfoque siempre ha sido las relaciones y la familia, pero en esta ocasión se encuadra en las etapas que una relación amorosa pasa antes del rompimiento, por eso, cada "escena de terror" realmente es una metáfora de cómo la relación de Dani y Christian está siendo encaminada hacia la separación.
Del mismo modo, Aster deja a un lado el típico horror para darle momentum al terror psicológico, causado por la tensión del "qué pasará" con una paciencia que solo está creando las expectativas de un final desastroso. Cada personaje tiene sus propias pesadillas.
Dani no solo está de duelo. Ella se siente profundamente sola. Su familia se ha ido. Su novio parece haber perdido interés en ella. Y a veces a los ojos de Dani, este pueblo sueco parece ofrecerle lo que más necesita: una comunidad humanitaria y profundamente íntima. Ella no esta equivocada. A pesar de todos los horrores que esconden los residentes de la aldea, se preocupan profundamente por los que están en los pliegues de la comunidad, incluso si ese amor se manifiesta de una manera seriamente retorcida. La película nos recuerda que las comunidades cerradas pueden tener una cultura de apoyo. Pero la historia también advierte que cuando formamos parte de una comunidad así, corremos el riesgo de comprar valores que puedan ser casi incestuosamente distorsionados.
En cuanto a Christian, él no la deja en su momento de mayor vulnerabilidad, pero la invita a Suecia, lo que parece un buen gesto. Es como un niño pequeño que arrastra los pies limpiando su habitación: al menos la limpia. Sin embargo, su mayor reto será ignorar la infidelidad a la que está siendo motivado a cometer, y se apoya en el dicho "me obligaron", cuando entre polvos alucinógenos y drogas en té lo llevan a una ceremonia de impregnación.
A nadie que haya visto The Wicker Man (1973), o películas de terror folclóricas similares, no se sorprenderá con ninguno de los giros de esta trama. Desde el principio, no hay duda de que los rituales paganos en el centro de la película marcarán la fatalidad para el grupo de amigos que visitan la Suecia rural en un intento casi antropológico de observar el festival del solsticio de verano de un culto, y que cada escritura o cada dibujo marcan el destino de sus personajes. Pero estos son elementos que ya se han visto en la cinematografía de Aster. Desde el juego en la casa de muñecas, hasta las tomas de secuencia a lo largo de grandes espacios para establecer premoniciones son parte de su estilo narrativo utilizado para avisar que el gran ritual se acerca.
Así mismo, los colores y las flores son aspectos importantes que hacen contraste con las emociones de los personajes. En todo momento, la cámara y la arquitectura de la escenografía están sincronizados de forma casi inusual con la psique del espectador, respondiendo y manipulando nuestra atención con composiciones sutilmente inquietantes y movimientos precisos de la cámara. La película cambia entre tomas increíblemente inmóviles, observando silenciosamente la disposición de las viviendas y las estructuras oscuras en la colonia de culto, y movimientos grandiosos de la cámara, como en la toma de grúa que se extiende por encima del automóvil cuando el grupo sale de Stolkholm y termina al alza. La transición entre la quietud y el movimiento es perfecta, llegando en el preciso momento en que uno quiere acercarse a las cosas, anticipando lo terrible que sabemos que vamos a ver.
Aunque es metódico en su enfoque de ritmo y estructura, Aster está interesado en las extremidades (visual, física y emocionalmente) y sabe cuándo debe desplegar una para mejorar la otra. Midsommar tiene tramos sangrientos, y sus imágenes de muerte violenta son más que sorprendentes, ya que pretenden dejarnos con una impresión persistente de los sentimientos de dolor, separación y pérdida de una mujer. La película encuentra el escenario perfecto para la confrontación de Dani con sus propios recuerdos perturbadores a la luz diurna de un verano sueco. Pero es la construcción de esta comunidad lo que hace de Aster un genio sobre el desarrollo de universos, que desde pasteles con bellos púbicos para encantamientos de amor, hasta el sacrificio de ancianos que pasan de 72 años, se demuestra lo cuidadósamente específico que es con sus historias.
Ficha técnica
Dirección: Ari Aster
Producción: Lars Knudsen, Patrik Andersson
Guion: Ari Aster
Fotografía: Pawel Pogorzelski
Montaje: Lucian Johnston
Protagonistas: Jack Reynor, Florence Pugh, Will Poulter, William Jackson Harper
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