Una psicótica matriarca petrolífera pone en peligro a toda la industria cuando intenta derrotar a un granjero que la denuncia porque asegura que su agua ha sido envenenada.
La película inicia con Gigi (Kate Bosworth) entrando a la compañía petrolera, y quienes la rodean están claramente molestos con ella. De principio es un indicio de que ha hecho algo grave, y siendo esta la compañía petroleta, ya delatan que han perdido el caso. Ella narra cómo se desarrolló todo lo acontecido entre Shore Oil and Gas y el bosque de almendros del granjero viudo Fred Stern (David Strathairn). Las flores de sus árboles parecen pelotas de nieve, pero todo se vuelve oscuro cuando es testigo de la contaminación ambiental que aparece en la granja justo cuando un representante de la compañía petrolera de Houston que posee la plataforma cercana (Haley Joel Osment) intenta engañarlo para que venda sus tierras a bajo precio. El gerente de la granja de Fred, Santiago (Olmos), sospecha de un juego sucio, y desde allí, con la ayuda de Santiago y el abogado que finalmente contrata (Martin Sheen), Stern inicia una pelea para responsabilizar legalmente a la compañía petrolera.
El Valle Central de California es una de las áreas agrícolas más productivas del mundo; sin embargo, en los últimos años, la práctica de las compañías petroleras que vierten aguas residuales tóxicas en los estanques de agua de las tierras de cultivo ha generado protestas. Por esta misma línea se inclina el último largometraje del director y actor nominado al Oscar, Edward James Olmos, The Devil Has a Name, un drama basado en hechos reales sobre una de las tantas guerras de contaminación del agua del Valle Central.
Este es un drama de denuncia donde Olmos equilibra una historia sombría de explotación corporativa, degradación ambiental y la difícil situación del agricultor estadounidense con un bromance entre el granjero y su mano derecha. El combate juguetón que Strathairn hace con Olmos y Sheen se siente como todo lo que quieres ver de actores experimentados en esta etapa de sus carreras, y el diálogo siempre suena más verdadero cuando Strathairn, Olmos y Sheen juegan uno contra el otro.
Pero a pesar del conflicto principal, también se juega con la supremacia blanca y el poder que asumen alrededor de los más debiles. En el papel de Ezekiel, Pablo Schreiber representa los grandes problemas sociales que acosan a la población estadounidense: el racismo, la superioridad de clase, el sexismo, la homofobia, y entre otros delitos morales que, por más actuados, se sienten muy reales para estos tiempos. Sin embargo, los verdaderos villanos de la historia son la compañía petrolera y el sistema gubernamental que pone intereses corporativos fuera de la ciudad sobre los derechos de los lugareños.
Santiago de Olmos, un inmigrante de México que ha trabajado para Fred durante 30 años, es el tipo de personaje que en otra película no sería tan multidimensional; sin embargo, resulta un anarquista autodescrito que también ama tomar selfies durante todo el día y se mueve sin problemas entre hablar inglés y español, sin importar si está hablando con Stern, el abogado de Stern Ralph o sus amigos en el bar.
En términos narrativos, la historia se balancea entre dos conflictos que persiguen un mismo objetivo, por esta razón a veces da la sensación de perder consistencia narrativa y la configuración causa más confusión que el suspenso que impulsa la historia, pero esto no solo ocurre en la trama. Olmos y el cinematógrafo Reynaldo Villalobos (Breaking Bad, Love and Basketball) juegan con efectos especiales e imágenes de una misteriosa sustancia similar al aceite sumergida en el agua que son bastante interesantes, pero no llevan el chutzpah de este tipo de hilo visual durante el resto de la película, por lo que su impacto inicial termina cayendo.
Olmos claramente quiere que su película sea un llamado a una serie de problematicas actuales, pero al final resulta más una historia sobre el vínculo redentor de la amistad, para inspirar empatía por personajes como estos que no son retratados tan comúnmente en el cine como deberían ser. Sin importar todas las políticas crueles de Trump, los abusos de las compañías petroleras y las discriminaciones a los inmigrantes indocumentados, las relaciones humanas siempre predominan sobre lo demás.
Ficha técnica
Dirección: Edward James Olmos
Guion: Robert McEveety
Música: Ariel Marx, Mark Tschanz
Fotografía: Reynaldo Villalobos
Reparto: Pablo Schreiber, Martin Sheen, Kate Bosworth, Edward James Olmos, David Strathairn, Katie Aselton, Alfred Molina, Sandra Rosko, Vergi Rodriguez, Aly Mawji, Jean Carol, Wiley M. Pickett, Chivonne Michelle, Sonya Wallace, Katie Lynn McDowell, Jorge Noa, Estefanie La Morena
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