Dos hermanas criadas en Nueva York se reúnen con su hermano en la República Dominicana para limpiar la casa de la infancia de su difunto padre. Los hermanos se ríen, se pelean y se enfrentan a sus demonios cuando aceptan abandonar su última conexión con su patria.
Pocas personas realmente conocen con sinceridad la paz que transmite el campo. La ausencia de los ruidos digitales hace que cada pequeño movimiento, desde el galope de un caballo hasta el baile de los árboles, se disfrute aún más. Es algo tan simple que pasa desapercibido ante los ojos de muchos. Pero es un detalle que la cineasta Diana Peralta ha sabido capturar en su opera prima De lo Mio.
En esta película, el rol protagónico se divide en tres: Rita (Sasha Merci) y Carolina (Darlene Demorizi) son dos hermanas de padres dominicanos que se han críado en New York, pero desde muy pequeñas visitaban a su familia en Santiago, y ahora regresan pero no con planes de vacacionar; esta vez llegan con planes de limpiar la casa de sus abuelos que será vendida en los siguientes días, y para eso deben reencontrarse con su hermano Dante (Héctor Aníbal), quien ha vivido toda su vida en esta casa, y al momento en que ambos abuelos fallecieron, se ha aislado del resto del mundo, incluyendo del hijo que tuvo con su expareja y al cual lleva más de dos meses que no ve. Una vez la limpieza de cinco días inicia, la nostalgia y las culpas de hace años invade a cada uno de estos hermanos, quienes deben aprender que, sin importar la vida que han llevado hasta el momento, el lazo familiar que comparten los unen para el bien y para el mal.
Diana Peralta se inspira en su niñez y la de sus hermanas para presentarle a la audiencia una realidad que muchas otras personas seguro igualmente vivieron o viven, independientemente si se mudaron ya adultos a los Estados Unidos o si viveron toda su vida allí, pero con padres que los enviaban todos los veranos a la tierra materna. Pero al final del día, es también una historia sobre duelo y superación, en la que enfrentar esos dolores internos es importante para poder dejar los malos sentimientos atrás.
A pesar de que los personajes tienen metas externas en común, sus verdaderos conflictos son muy internos: para Rita, volver a la casa de sus abuelos significa un reto, pues el dolor de no haber estado con su abuela cuando falleció aún la persigue; para Dante, no es solo el hecho de tener que lidiar con su relación sentimental y tratar de reconectar con dos hermanas que quizás no crecieron con las mismas limitantes que él, pero más importante el hecho de tener un hijo al cual la distancia lo están haciendo asemejarse al padre que lo rechazó y lo abandonó por irse a los Estados Unidos. Carolina es realmente la que sostiene la balanza, y la que le demuestra a sus hermanos que, independientemente de los problemas que los acosan y los conflictos familiares, lo propio es disfrutarse cada segundo y simplemente recordar con cariño cada uno de esos detalles de la niñez, desde subirse al techo de sus abuelos aunque los fueran a reprimir al rato, hasta comerse un plato de chicharrón con víveres de desayuno.
Las actuaciones y la química de Sasha, Darlene y Héctor es impresionante, llevando un método simplista que a la vez lograba una naturalidad en sus acciones y conversaciones, y creando una atmósfera de familiaridad y cercanía, no solo entre ellos sino también con la audiencia. Estas dinámicas entre ellos se destacan en la intimidad forzada de su reconexión sobre la casa. Dante podría estar celoso de la cercanía de sus hermanas, mientras que ellas desaprueban su vida. Después del largo alejamiento estallan las peleas, pero también lazos y risas. Esta película analiza detenidamente lo que significa ser familia, en qué medida y cuál es el contexto.
Además de enfocarse en los conflictos de estos hermanos, la historia se enfoca en la vida de campo, la paz que se siente en cada uno de sus rincones, bosques y lagos, y las fiestas que se arman en cada colmadón. Aunque las escenografías se inspiran en espacios reales, la fotografía es lo que realmente transfiere cada toma en un vuelo automático hasta lo más profundo del Cibao central, en algún municipio de Santiago, donde andar en motor es la caminata moderna. Hay anhelo en las tomas prolongadas que recorren el paisaje mientras la directora pinta la belleza del país con un cuidado amoroso tan vivo que casi se puede oler el mar y la cálida brisa de las palmeras.
El afecto que Diana Peralta tiene por la isla y por su gente es muy claro. El vehículo familiar de la película traslada a la audiencia tan lejos de su propia experiencia tal cual, pero a la vez lo acerca demasiado a la presencia cruda de República, con sus sabores, colores y dolores.
Ficha técnica
Dirección: Diana Peralta
Producción: Alexandra Byer, Michelle Peralta
Guion: Diana Peralta
Música: Lucas Del Calvo
Fotografía: Tim Curtin
Montaje: Max Bowens
Reparto: Sasha Merci, Darlene Demorizi, Héctor Aníbal
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