viernes, 20 de septiembre de 2019

Crítica Cinéfila: The Goldfinch

Una familia adinerada del Upper East Side se lleva a un niño en Nueva York después de que su madre es asesinada en un atentado en el Museo Metropolitano de Arte.



Theodore Decker tenía 13 años cuando su madre fue asesinada en un atentado en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Esta tragedia cambió el rumbo de su vida, viéndose sumido en una desgarradora odisea de dolor y culpa, reinvención y redención, amor y odio. A pesar de todo, se aferra a una prueba tangible de esperanza que le dejó aquel terrible día... un cuadro de un pequeño pájaro encadenado a su percha: El Jilguero.

Por años, salta de hogar en hogar, y cuando encuentra unas cuantas gotas de felicidad a su vida, el universo se la arrebata y lo obliga a seguir moviéndose sin un verdadero objetivo. Así es como se siente la película The Goldfinch, una adaptación de la novela ganadora del premio Pulitzer de Donna Tartt, la cual está protagonizada por grandes talentos de la pantalla grande, pero aún así decide apegarse a ideas narrativas que no funcionan en su totalidad en un filme, mientras que abandona otras muy necesarias para la historia y el ritmo de esta.

En el cine, lo nuevo y lo audaz —y lo biográfico— reinan para ser nominado a los premios, lo que extrañamente hace que The Goldfinch, tan cargado de privilegios, esté un poco frío y hasta me atrevo a decir vacío. ¿Cuánta necesidad tenemos ahora de una adaptación literaria obediente sobre la riqueza y el arte?


La historia de The Goldfinch se refiere a una pintura desaparecida después de un bombardeo en el Museo Metropolitano de Arte. Bueno, les falta a los que están fuera de la novela, y ahora el ámbito íntimo de la película. En el interior sabemos que la pintura fue tomada por un niño, Theo (Oakes Fegley), cuya madre murió en la explosión y que se ha encontrado bastante solo en el mundo. A medida que seguimos los juicios y tribulaciones de Theo (más tribulaciones que juicios), desde Nueva York a Las Vegas y de regreso, la pintura, realizada por un maestro holandés que murió en una explosión (otra explosión, no la misma), actúa como un talismán y un recordatorio culpable del pasado, tanto inspiración como peso. Las cosas eventualmente (aunque brevemente) se mueven en territorio de misterio, suspenso y thriller, pero Crowley trata de mantener el tono en drama y nostalgia.

La película de Crowley, al menos, tiene más argumentos de lo que se espera. Muchas películas como esta son episódicas y pesadas, golpean los ritmos requeridos pero no evocan un sentido real de la vida cinematográfica. Crowley, sin embargo, encuentra una melodía con bastante frecuencia, imbuyendo su película con un silencio lírico y tristeza. Está magníficamente filmada, espacios bien equipados de Nueva York dado el brillo lacado de una pintura vieja. Pero también maneja dos líneas de tiempo con gracia, yendo y viniendo entre la juventud y la adultez naciente. En ese sentido, se honra el espíritu del libro de Tartt: sentimos el bostezo de los años, el peso del dolor y la experiencia formativa acumulada.

Lo que sin duda es un logro. Solo que no hay suficiente textura y sensación en The Goldfinch. Existe esa tristeza que preside, sí, pero la importancia de la pintura, y de todo el arte, los objetos y la música que tanto le importan a la gente de la película, no es lo suficientemente palpable. En última instancia, la película tiene que establecer apresuradamente sus temas al final porque han pasado dos horas y media y es hora de concluir las cosas. Deseaba ver toda la conmovedora alegoría de Tartt, la forma en que vierte la densidad de crecimiento y lamento en algo sólido que puede pasar de las manos, y que pudo haber tenido espacio para florecer en la película. Pero no lo hace, y dejé la película apreciando su estilo y sus fuertes actuaciones, pero no alterada emocionalmente de ninguna manera persistente.


Eso no es por falta de intentos por parte de sus actores. Como lo hizo en Brooklyn, Crowley persigue el trabajo fino y silencioso de su elenco. Como los dos Theos, Fegley y Elgort tienen muchas miradas silenciosas y contemplativas. Pero a veces son capaces de provocar un estallido expresivo, en momentos que registran profundamente la pérdida casi cósmica de Theo. Elgort es particularmente efectivo, atenúa su brillo a un resplandor nocturno; él está obsesionado y consumido por la memoria, una persona que sigue tropezando con un tiempo presente que no entiende. Sin embargo, el guión los lleva forzados, pues a pesar del obvio vacío que siente el personaje, a su vez se siente sin una meta física y sin un deseo de alcanzar algo al final de la historia. Es verdad que es una película de crecimiento emocional, pero este llega tan tarde que se siente apresurado y sin un adecuado desarrollo.

Kidman hace un giro sutil como una dama de la sociedad que le gusta los gustos y educaciones de Theo después de su tragedia. Ella y Crowley crean una rica historia familiar en solo unas pocas escenas, y la película mira hacia otro conjunto de problemas y tragedias, ayudando a espesar el mundo de la pintura y a todas las personas que lo rodean. Lo mismo para Jeffrey Wright como otro de los cuidadores de Theo. Mientras que Finn Wolfhard y Aneurin Barnard sorprenden con dos versiones diferentes de Boris, el dinámico y único emigre ucraniano con el que Theo forma una conexión cercana y, en última instancia, catastrófica.

En total, The Goldfinch es buena, mas, al despejar esa barra, abre toda la posibilidad de que podría haber sido aún más. No es tarea fácil, convertir un libro de 784 páginas en una película, y mucho menos una llena de referencias sobre arte y antigüedades. Tal vez podría haber una versión de miniserie que satisficiera toda la ambición de mente alta de Tartt. Mientras tanto, la película que existe solo alcanza los ritmos principales: es majestuosa y segura, y está bien. Tal vez eso significa que podría llegar a algunas nominaciones después de todo.




The Goldfinch

Ficha técnica

Dirección: John Crowley
Producción: Nina Jacobson, Brad Simpson
Guion: Peter Straughan
Basada en The Goldfinch de Donna Tartt
Música: Trevor Gureckis
Fotografía: Roger Deakins
Montaje: Kelley Dixon
Reparto: Ansel Elgort, Aneurin Barnard, Ashleigh Cummings, Jeffrey Wright, Luke Wilson, Sarah Paulson, Nicole Kidman, Oakes Fegley, Finn Wolfhard

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