viernes, 30 de octubre de 2020

Crítica Cinéfila: Rebecca

 Una joven (Lily James) contrae matrimonio con un aristócrata (Armie Hammer) y se traslada a vivir a su mansión, de nombre Manderley, situada en Cornualles. Sin embargo, ahí continúa presente la sombra de Rebecca, la anterior esposa del millonario, fallecida en extrañas circunstancias.



Teniendo en cuenta el daño psicológico que causa el amor en las personas, me sorprende que el romance y el horror no sean compañeros de cama más frecuentes. Los dos géneros nunca han sido tan perfectamente entrelazados como lo logra Daphne du Maurier en su Rebecca hasta que el libro fue adaptado en 1940 como una de las mejores películas de Alfred Hitchcock. Ochenta años después, el director Ben Wheatley intenta una nueva adaptación de la historia que funciona para encajar en sus sensibilidades junto con las del público contemporáneo. Para crédito de Wheatley, se destaca en lo que hace que Rebecca sea tan mórbida: la horrible noción de la mujer idealizada cuya mera memoria existe para hacer que todos se sientan inadecuados. Pero cuanto más tiene Wheatley para basar la historia en lo que le sucedió a Rebecca de Winter, más pierde su poder etéreo y fantasmal. En una película magníficamente realizada desde una perspectiva artesanal y visual, los tropiezos en la narración se vuelven aún más difíciles de ignorar.

Trabajando como compañera de viaje de la adinerada Sra. Van Hopper (Ann Dowd) en una escapada a Montecarlo, una joven (Lily James) se cruza con el apuesto y enigmático Maxim de Winter (Armie Hammer). Seducidos el uno por el otro, los dos comienzan una aventura apasionada, y cuando Van Hopper planea irse de Montecarlo, Maxim decide que él y la joven deben casarse ​​para poder llevársela a su finca palaciega en la costa inglesa, Manderley. Allí, la nueva Sra. De Winter se enfrenta al dominante legado de la difunta esposa de Maxim, Rebecca. Oprimida por los cambios de humor de Maxim, la presencia persistente de Rebecca y la ama de llaves dominante, la Sra. Danvers (Kristin Scott Thomas), la joven lucha por mantener su cordura e identidad.

Comparar la versión de Hitchcock con Wheatley no favorece, y es justo decir que Wheatley ha puesto su propio sello en el material que hace que esto se sienta como una nueva adaptación a pesar del hecho que la película de 1940 de Hitchcock es un clásico. Wheatley pone su énfasis en lo pequeña que se siente la nueva señora de Winter. Esa es una parte inherente de la historia, pero Wheatley usa algunos toques psicodélicos para resaltar el aspecto del horror psicológico de que no importa qué identidad tenga, nunca será considerado "lo suficientemente bueno". No iría tan lejos como para llamarlo una crítica feminista, pero instantáneamente simpatizas con el retrato de James de un mundo que existe para decirle que nunca será lo suficientemente buena porque no es esta mujer perfecta que está muerta.

Al enfatizar este subtexto, Wheatley puede golpear la soledad y el aislamiento que siente la Sra. De Winter y el horror que impone su entorno. La idea de que nunca será la mujer ideal y es indigna de amor es una idea aterradora, y Wheatley lo dibuja maravillosamente a través de los dos primeros actos, primero con la actuación viciosa de Dowd y luego con el inolvidable giro de Scott una vez que los recién casados ​​llegan a Manderley, sin mencionar la forma en que Maxim usa a la Sra. de Winter como bote salvavidas para su herida del pasado. James, por su parte, lo sostiene por completo, mostrando su impresionante rango de actuación a medida que las inseguridades y los miedos de su personaje dominan su identidad.

Este enfoque se basa aún más en la exquisita artesanía, ya que Wheatley teje un telón de fondo visualmente exuberante y romántico que puede volverse siniestro cuando el director lo exige. Desde la gélida frialdad del dormitorio de Rebecca hasta los inquietantes paisajes que rodean a Manderley, Wheatley es experto en transmitir el tono y el carácter a través del espacio, y es una película eficaz en la que ni siquiera necesita depender de su elenco cuando su cuadro en escena logra decir tanto.

Desafortunadamente, todo comienza a desmoronarse cuando la película llega al tercer acto. Sin estropear nada, la historia obliga a Rebecca a comenzar a entrar en el reino de lo real en lugar de un símbolo vengativo y malicioso, por lo que el impacto comienza a desvanecerse. Wheatley nunca reclama el poder de los dos primeros actos de la película, y hay otras opciones en el camino que disminuyen la gravedad de la historia. La película no se vuelve "mala", pero ya no tiene el agarre magnético e inquietante de la Sra. De Winter que lucha con el legado de Rebecca, y en su lugar trata de retorcerse en una extraña idealización de mujer fuerte e independiente que también respalda el enfoque de hombre correcto o incorrecto que nunca hace clic, pues el personaje de Lily James no se lo ha ganado. Parte de lo que le da a Rebecca su poder es la melancolía de nunca sentir que será suficiente, por lo que es incómodo terminar con una nota edificante considerando lo que vino antes.

Estos tropiezos son un poco desalentadores. Al igual que el personaje de Rebecca que se cierne sobre la nueva Sra. De Winter, hay un poder enervante de estar a la sombra de Hitchcock, incluso si los cineastas afirman que se trata simplemente de una nueva adaptación. Tratar de encontrar algo nuevo, especialmente cuando la adaptación de 1940 no ha perdido nada de su poder, es una tarea abrumadora. Pero la nueva Rebecca no siempre es coherente, pero cuando se junta tiene todo el desconcertante y espantoso encanto de la historia original.



Rebecca

Ficha técnica

Dirección: Ben Wheatley
Producción: Tim Bevan, Eric Fellner, Parque Nira
Guión: Jane Goldman, Joe Metralla, Anna Waterhouse
Basado en Rebecca de Daphne du Maurier
Música: Clint Mansell
Cinematografía: Laurie Rose
Montaje: Jonathan Amos
Reparto: Lily James, Armie Hammer, Kristin Scott Thomas

No hay comentarios.:

Publicar un comentario