martes, 4 de noviembre de 2025

Crítica Cinéfila: A House of Dynamite

Cuando un misil de origen no identificado es lanzado desde mitad del océano Pacífico en dirección a Estados Unidos, la Casa Blanca comienza una carrera contrarreloj para determinar quién es el responsable y cómo actuar en respuesta.



Ocho años después de su último largometraje, Kathryn Bigelow regresa con un thriller implacable, tan controlado, dinámico e inquietantemente envolvente que al terminarlo uno se pregunta si el mundo seguirá en pie. Si bien se trata menos de una película bélica que de un drama sobre la amenaza de la guerra, "A House of Dynamite" guarda una estrecha relación con las impactantes obras posteriores de la directora, como "The Hurt Locker" y "Zero Dark Thirty". Bigelow reúne a un elenco tan nutrido de actores de primer nivel, algunos de ellos en pantalla solo en una o dos escenas breves, pero todos dejando una huella imborrable en la historia. El extenso reparto no tiene ningún punto débil.

La gente suele recurrir a los mismos adjetivos para describir las mejores obras de la directora: cruda, descarnada, implacable, intensa y con una atención casi documental hasta al más mínimo detalle. Su potente nueva película para Netflix mezcla todas esas características, pero además es inteligente, emotiva, ingeniosamente construida y rigurosamente concisa en su narrativa. Gran parte del mérito recae, obviamente, en el incisivo guion de Noah Oppenheim, pero el impacto no sería el mismo sin la precisión quirúrgica de Bigelow.

Sin muchos preámbulos, la película nos sumerge en los tensos 20 minutos previos al posible impacto de un misil nuclear de origen desconocido, que avanza lentamente, sorteando barreras de monitores de seguimiento, hacia una importante ciudad estadounidense. La capacidad del país que lanzó el misil para evadir la detección temprana por satélite sugiere la posible preparación de un ataque múltiple meticulosamente planeado. La trama captura esos 20 minutos —con una diferencia de apenas unos minutos al principio y al final— desde varias perspectivas, mostrando las respuestas desde los más altos niveles en la Sala de Situación de la Casa Blanca y las oficinas del Comando Estratégico hasta las dispersas bases de defensa, pasando por caravanas de vehículos y helicópteros. La visión del procedimiento de crisis y las decisiones instantáneas que se requieren de grandes equipos de personas es fascinante.

Como proeza de montaje y cinematografía trepidantes, la película es un auténtico espectáculo. El montaje arrítmico de Kirk Baxter se basa en cambios vertiginosos que, junto con la atenta y constante cámara en mano de Barry Ackroyd, permiten a Bigelow redirigir nuestra atención con maestría. Aunque a menudo recuerda a series de televisión de ritmo acelerado y montaje rápido, su estética resulta fresca. El director de fotografía británico Ackroyd, que filmó "The Hurt Locker" y "Detroit" para Bigelow, así como varias películas de Paul Greengrass, incluyendo "United 93" y "Captain Phillips", es un maestro del lenguaje visual que pone los nervios de punta. La tensión palpable se mantiene también gracias a la dinámica partitura de Volker Bertelmann, que comienza con ominosos gemidos estremecedores y va cambiando de forma a lo largo de toda la obra.

La película comienza con un contexto útil: al final de la Guerra Fría, las potencias mundiales llegaron al consenso de que el planeta estaría mejor con menos armas nucleares. Pero esa era ha terminado, al igual que la ingenua idea de que cualquier simulacro de ataque nuclear sería de alguna utilidad. Varias naciones poseen ahora arsenales nucleares con capacidad de aniquilación, y sin embargo, a pesar de que la amenaza sigue aumentando, la preocupación pública se ha estancado. 

La primera parte comienza en el 49º Batallón de Defensa Antimisiles en Fort Greely, Alaska, una base militar donde un equipo bajo el mando del Mayor Daniel González (Anthony Ramos) es responsable de detectar las amenazas entrantes y destruirlas con misiles interceptores terrestres. La escena cambia a Washington D.C. mientras la ciudad despierta. La capitana Olivia Walker (Rebecca Ferguson) es un punto de comunicación lúcido con altos mandos militares como el general Anthony Brady (Tracy Letts), inicialmente deseoso de charlar sobre el partido de béisbol de la noche anterior hasta que la gravedad de la situación se hace evidente, y el secretario de Defensa civil Reid Baker (Jared Harris).

El guion de Oppenheim evita cuidadosamente que las escenas de la vida personal de los personajes se vuelvan melodramáticas y sentimentales. Sin embargo, aumenta la tensión dramática al saber que Walker tiene un hijo con fiebre preocupante en casa con su padre, que se preocupa lo suficiente como para animar a un colega (Malachi Beasley) que planea proponerle matrimonio a su novia esa noche, o que Baker aún está afectado por la muerte de su esposa y lucha por acercarse a su hija (Kaitlyn Dever).

Se trata de una obra coral sin papeles protagonistas, pero entre los personajes clave se encuentran el subasesor de seguridad nacional Jake Baerington (Gabriel Basso), cuya esposa embarazada trabaja en el Pentágono; la funcionaria de FEMA Cathy Rogers (Moses Ingram), que se resiste a ser incluida en la lista de evacuación prioritaria; y el teniente comandante Robert Reeves (Jonah Hauer-King), que asesora al presidente sobre estrategias de represalia. Observar cómo el miedo se refleja en los rostros de estos funcionarios disciplinados y altamente capacitados, o escuchar a un joven oficial militar llamar a su madre, resulta cada vez más desgarrador.

Idris Elba encabeza el reparto como presidente, pero si bien tiene autoridad absoluta sobre el uso de armas nucleares, no es más importante que cualquier otro personaje principal. En la primera toma, está fuera de la sede y solo se le oye por teléfono; la pantalla del panel de comunicaciones permanece en negro. Mucho después, lo vemos jugando al baloncesto y charlando cordialmente con un equipo femenino de baloncesto escolar antes de ser evacuado apresuradamente al llegar la noticia de la crisis. El presidente también llama a la Primera Dama (Renée Elise Goldsberry), en Kenia, como parte de un programa de conservación de elefantes (parece haber una alusión implícita a los Obama, empezando por la escena del baloncesto). La película no idealiza al presidente como un hombre de certezas inquebrantables. Las dudas que comparte con Reeves sobre las decisiones que debe tomar resultan conmovedoras. Sin condenarlo ni elogiarlo, el guion deja entrever con ironía que el encanto relajado del presidente es tan importante como su experiencia y autoridad. En un momento divertido, el jefe de su equipo de seguridad (Brian Tee) le dice a un colega: «Es mi tercero y todos son unos narcisistas crónicamente impuntuales. Al menos este lee el periódico».

Si hay momentos como ese que sugieren que Bigelow introduce breves respiros a la ansiedad, no es así. Manteniendo múltiples frentes abiertos mientras el tiempo se agota rápidamente, nos brinda un acceso íntimo a personas que se enfrentan a opciones cada vez más escasas, especialmente cuando las contramedidas fallan. «No hay plan B», dice el almirante Mark Miller (Jason Clarke), alto funcionario de la Sala de Crisis.

La franqueza con la que la película muestra la escasa probabilidad de destruir un misil nuclear entrante («Es como intentar darle a una bala con otra bala») resulta profundamente inquietante. Y una escena casi incidental, en la que la experta en Corea del Norte de la NSA (Greta Lee) observa una recreación de la Batalla de Gettysburg con su hijo en un día libre, parece un reconocimiento sardónico de que la guerra para Estados Unidos es una demostración de fuerza bruta con poca visión a largo plazo.

Bigelow agrupa "A House of Dynamite" con "The Hurt Locker" y "Zero Dark Thirty" como un “tríptico no oficial”, ya que las tres películas tratan sobre operaciones militares y de inteligencia. Con una cohesión temática y una negativa a suavizar las situaciones de máxima tensión, todas ellas dentro del ámbito de lo posible, el director nos presenta una inquietante realidad de "podría suceder", mostrando a personas capaces haciendo lo mejor que pueden en situaciones extremas, pero sin ofrecer falsas garantías de que todo saldrá bien. Con un final que invita a la reflexión —y una imagen—, se trata de un thriller trepidante y una llamada de atención contra la complacencia.


A House of Dynamite
Título en español: Una casa llena de dinamita

Ficha técnica

Dirección: Kathryn Bigelow
Producción: Greg Shapiro, Kathryn Bigelow, Noah Oppenheim
Guion: Noah Oppenheim
Música: Volker Bertelmann
Fotografía: Barry Ackroyd
Montaje: Kirk Baxter
Reparto: Idris Elba, Rebecca Ferguson, Gabriel Basso, Jared Harris, Tracy Letts, Anthony Ramos, Greta Lee, Renée Elise Goldsberry 

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