sábado, 10 de abril de 2021

Crítica Cinéfila: Hotel Coppelia

1965, República Dominicana. En un burdel al lado del mar, las vidas de un grupo de prostitutas cambian radicalmente cuando estalla un golpe de estado revolucionario.



Cuando la guerra de abril estalló, seguramente todo el que fue testigo de ella se vio afectado de diferentes maneras. Es posible que algunos hayan preferido quedarse a un lado, mientras miles de personas protestaban en contra de las militancias, y es aún más posible que los que estaban en las calles hicieron hasta lo insólito para mantener su punto de vista. Pero independientemente de los ideales en conjunto, cada quien luchaba por su pensamiento como individuo, y por tanto entendía lo que a él o ella le convenía.

Al ver Hotel Coppelia, nos encontramos con un grupo de mujeres que todas se dedican a esta vida por una razón muy particular: Judith (Lumy Lizardo), la dueña del burdel, se mantiene allí controlando los abortos provocados, baños matutinos y propinas privadas para demostrar el dominio que tiene sobre su negocio y quienes forman parte de este. Es por esto que conoce muy bien las diferentes personalidades que invaden el Hotel Coppelia. Algunas de ellas son Gloria (Nashla Bogaert), una prostituta lesbiana que vive un suplicio de vida sin poder ser capaz de tomar una decisión por sí misma aún cuando es motivada por otros, y Betty (Jazz Vilá), una mujer transexual que ahorra para hacerse su proceso quirúrgico de cambio de sexo sin importar el precio humano que esto conlleve. Así hay otras mujeres que acompañan la trama, pero a medida que los sucesos van cambiando de situación política/social y antagonistas, el grupo de prostitutas se va reduciendo hacia aquellas que aparentemente tienen el mayor peso narrativo en sus manos. Pero, ¿es esto así?

En los primeros 15 minutos de la historia, Judith parece ser la mandamás de esta cabaña de lujo ubicada en el malecón de Santo Domingo. Con su espejo husmea las habitaciones para evitar desgracias que los clientes puedan cometer en sus empleadas, mientras que en su corto tiempo libre le a su hijo adoptivo mudo José María (Jeru Sanchez) la historia detrás de las paredes anticuadas del hotel y su antiguo dueño, el padre de Judith, a quién parecen tener enterrado en una butaca vintage donde nadie puede sentarse, incluyendo a la misma dueña del burdel. Pero al momento de estallar la guerra y la mayoría de las empleadas sexuales deciden irse del burdel, la trama se cae con su salida. 

Las mujeres pierden el rumbo y el control de la historia, y quienes aparentemente son los antagonistas guían hacia dónde la audiencia debe prestar atención. La primera caída se siente en el personaje de Lumy, quien visualmente se mantiene firme a su rol, pero es imposible que lo logre cuando Judith decide voluntariamente entregar lo que llamaba ser suyo. La manera tan fácil de cómo renuncia a su apreciado hotel y simplemente observa desde una esquina la llegada de diferentes personas que lo poseen y violentan de manera aberrante a su gusto no es solo decepcionante sino que cuestiona grandemente cuál es el verdadero objetivo de Judith en la historia y crea simpatía hacia quienes decidieron irse a principio de la guerra. Le sigue los pasos Gloria, quien es quizás uno de los pocos personajes con lo que se crea un grado de simpatía, pero de igual manera no parece tener una meta en ningún momento de la historia y aún cuando se ve saltando de romance en romance, lo único que queda por apreciarle es el hecho de que se mantiene fiel hacia dónde su corazón apunte en ese momento. Queda Betty, quien sí tiene su objetivo marcado y trata de lograrlo a pesar de arriesgar mucho en el camino, pero aún así lo hace muy tarde para poder salvar la trama.

José María termina la historia con la frase de que la película está dedicada a las mujeres anónimas que lucharon y resistieron durante la guerra civil y la invasión extranjera. Pero, ¿estas son las verdaderas mujeres anónimas que debemos conocer de ese hecho histórico tan clave en nuestra historia? Pues desde el punto de vista de una mujer, parece ser más bien una película sobre mujeres haciéndose a un lado mientras los hombres toman control del asunto. Quizás hubiese sido muy diferente si la única representante femenina no tan anónima de la historia, Tina Bazuca (Ruth Emeterio), la única que sí vemos luchando y arriesgándolo verdaderamente todo (y al alto precio de verse caricaturizada en el proceso) hubiese sido la protagonista de la trama. Pero es posible que haya un elemento narrativo que rescate la película por momentos y lo convierta en el personaje más importante: el Hotel Coppelia en sí, quien se trató de mantener erguido a pesar de los diferentes obstáculos que continuaban entrando como dueños de casa y abusando de sus paredes hasta su fin. Pero aún viéndolo desde el punto de vista de una escenografía que juega un papel importante, el sentido parece alinearse hacia un pensamiento masculino a pesar de los grandes intentos por aparentar lo contrario.

Por su lado, el departamento de arte juega un rol muy importante para representar la época de los 60, retratando momentos históricos claves en la democracia dominicana, desde el recién ajusticiamiento de Trujillo hasta el golpe de Estado a Bosch y la entrada de los gringos a tomar control de la guerra civil. La composición musical de Jorge Magaz por igual traslada al dramatismo y la desesperación de querer insertar a la audiencia en ese momento y luchar más por los derechos patriotas, pero aún estos aspectos no salvan las debilidades de su guión.

José María ha tenido un largo camino como cineasta. Ha logrado llevar historias con personajes nacionales a rincones inexplorados por el cine local; sin embargo, al querido José María todavía le falta el método de establecer su marca para poder ser cineasta de autor. Si se compara esta historia con sus últimas dos películas de ficción, es posible que el mayor común denominador narrativo es el hecho de que las mujeres se prostituyen para lograr algo, ya sea amor, dinero o posicionamiento. Y a mí me resulta muy difícil creer que esto sea parte del estilo que él quiera establecer, sobretodo cuando esta es la imagen de la mujer dominicana que se le vende al mundo. Es posible que este caso resalte más por el hecho de tomar lugar en un burdel tal cual donde se experimentan casi todas las razones por las que una mujer se dedicaría a esta vida, y aún así, no se le perdona.

Hotel Coppelia es una experiencia visual, sí. Pero no se enfoca en lo que promete. Más bien, decide irse por rumbos individualistas que se olvidan del objetivo real de la historia: mostrar esos rostros anónimos que fueron protagonistas de una guerra liderada por hombres y que aún así ellas fueron parte del cambio. Para llegar a ese ideal, cocinar y lavarle los uniformes a los guardias definitivamente no es suficiente rol.


Hotel Coppelia

Ficha técnica

Dirección: José María Cabral
Producción: Albert Martinez Martin, Rafael Elias Munoz, Leticia Tonos
Guión: José María Cabral
Música: Jorge Magaz
Cinematografía: Hernan Herrera
Reparto: Lumi Lizardo, Nashla Bogaert, Jazz Vilá, Nick Searcy, Ruth Emeterio

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