lunes, 23 de octubre de 2023

Crítica Cinéfila: Killers of the Flower Moon

Cuando se descubre petróleo en la Oklahoma de los años 20, bajo las tierras de la nación Osage, sus pobladores son asesinados uno a uno hasta que el FBI interviene para resolver los crímenes.



Las tres horas y media de duración de "Killers of the Flower Moon" se siente como los mismos azotes en una controversial escena entre Robert De Niro y Leonardo DiCaprio; espero que quien haya aprobado esa duración haya recibido los azotes también. Podrías leer el libro de David Grann, sobre una audaz conspiración de la década de 1920 para robar recursos del pueblo Osage mediante el asesinato, en menos tiempo, y aprenderías mucho más sobre cómo J. Edgar Hoover y el recién formado FBI usaron este caso para establecer su lugar en la aplicación de la ley estadounidense.

Pero por supuesto, estamos hablando de la leyenda del cine Martin Scorsese, quien durante años ha peleado con los ejecutivos del estudio que le decían qué cortar, enfrentándose cara a cara con Harvey Weinstein en “Gangs of New York” (una película que probablemente hubiera sido mejor con más tiempo). Ahora se ha ganado el derecho de contar historias como mejor le parezca. El problema es que, con 206 minutos (todavía cuatro menos que “The Irishman”), “Killers of the Flower Moon” es más bien una miniserie. No hay nada de malo en eso, excepto que está destinado a la pantalla grande, donde Apple se comprometió a lanzarlo en cines antes que en su plataforma. Si se hubiese quedado en dos horas o quizás la reorganización emocional y de intención de la historia, “Killers” sería un éxito mayor en taquilla (y probablemente con esta crítica también), pero es muy probable que la mayoría de la gente esperará para verla en casa. Alguien debería decirle a nuestro querido Marty que controle sus cosas, y ahora ya no solo hablo del tiempo de duración.

Del mismo modo, debieron haberle hablado del factor tiempo-audiencia en sala antes de que comenzara a filmar, ya que el ritmo está incorporado en la totalidad de la trama y los proyectos de Scorsese no se comprimen bien después de su grabación por la soltura de la información. En su forma actual, “Killers” sigue siendo una historia real convincente, una historia que Scorsese y el coguionista Eric Roth iniciaron como una historia de resiliencia hacia la comunidad nativoamericana Osage, y que pasó de ser una típica historia de detectives sobre salvadores blancos a una mirada moralmente más espinosa sobre cómo los culpables blancos planearon y llevaron a cabo crímenes y asesinatos. Se sentirá como miel de abeja al principio de lo densa que es. Por momentos es fascinante, sobre todo en el principio, con la tensión palpable que se hace eco metódicamente en la partitura constante de Robbie Robertson. Pero sigue y sigue hasta que todos los que nos importan están muertos, agonizantes o tras las rejas, y aún queda casi una hora por delante.

Años antes, el gobierno de Estados Unidos había obligado a la tribu a renunciar a sus tierras ancestrales y trasladarse a tierras indeseables de Oklahoma, donde se enriqueció prácticamente de la noche a la mañana cuando se descubrió petróleo bajo sus terrenos. Una de las primeras escenas del descubrimiento del primer chorro recuerda a "There Will Be Blood": una escena moralmente con mirada indignada hacia la masacre en cámara lenta, que se atasca tanto en los detalles que pierde el hilo narrativo por largos minutos (para no decir por secuencias).

Scorsese habla de tiempos prósperos para el pueblo Osage, que se había convertido en el estadounidense más rico per cápita, gracias a las innumerables torres de perforación de petróleo que cubren sus tierras insulsas. Eso los convertía en objetivos obvios para ser explotados. Al principio, el director traza una línea directa entre los asesinatos de Osage y la masacre racial de Tulsa de 1921, a la que se hace referencia en noticieros antiguos: ambos casos en los que los supremacistas blancos no soportaban ver prosperar a personas de color, contando con un sistema legal sesgado para cubrir sus crímenes.

Pero esta no es la historia de un asesinato. Tomando una página de “Goodfellas”, Scorsese repasa media docena de muertes sospechosas desde el principio, descartadas sin investigación, incluido un “suicidio” en el que vemos a alguien dispararle a una mujer Osage en el pecho y luego reescenificar la escena colocando el arma en su mano. Ese es el clima en el que el personaje de DiCaprio, un veterano oportunista de la Primera Guerra Mundial llamado Ernest Burkhart, se muda a Fairfax, Oklahoma, donde pronto se encuentra participando en los asesinatos. La primera parada de Ernest al bajar del tren es la casa de su tío William “King” Hale, donde el ganadero con buenas conexiones (interpretado por De Niro) le da la bienvenida a la ciudad, contento de tener el chivo expiatorio perfecto.

Lo más fuerte es que Ernest no se está dando cuenta del asunto, pero el plan ya está en marcha. Para que funcione, King necesita que su sobrino se case con Mollie Kyle (Lily Gladstone), una mujer Osage que es demasiado inteligente para no reconocer a un buscador de oro, pero demasiado confiada para imaginar cuán siniestras pueden ser las intenciones de su pretendiente (o mejor dicho, la familia de su pretendiente, porque el pobre Ernest es solo una víctima). Casi de inmediato, sus familiares empiezan a morir por causas sospechosas. Una hermana sucumbe a una extraña "enfermedad debilitante", otra es descubierta con una herida de bala en la parte posterior de la cabeza y la tercera muere en una explosión tan grande que rompe todas las ventanas en un kilómetro y medio de cuadra.

No hay duda de que estos crímenes son desmedidos. Para que el público sienta repulsión, Scorsese nos arroja a la cara los cráneos ensangrentados de las víctimas, excepto que sabe muy bien que el público anhela “golpes”. De una manera que parece casi estratégica, dado el tiempo de ejecución, los asesinatos se convierten perversamente en algo que esperar, llevando a los espectadores a través de largos tramos secos de drama hasta la siguiente ejecución horrible. Con cada muerte, las fortunas de la familia fluyen hacia Mollie, cuyos derechos pueden pasar legalmente a su marido, si ella así lo alega, todo como King había previsto.

Al reducir a la mayoría de los Osage a extras glorificados, es un clásico de Scorsese presentar este caso desde la perspectiva de los criminales, de la misma manera que “Casino” siguió las raíces de Las Vegas como paraíso de los gangsters. El cineasta siempre ha mostrado fascinación por la corrupción, la violencia y los negocios clandestinos, y el libro de Grann ofrece todo eso, además de un desafío intrigante para el productor DiCaprio, quien frunce el ceño en ingenuidad (y aparente retraso mental) durante la mayor parte de la película. Mientras tanto, Gladstone es tan comprensiva con Mollie que nos estremecemos cuando Ernest la envenena lentamente con insulina contaminada. DiCaprio nunca ha llegado tan lejos hacia el lado oscuro, desafiándonos a seguirlo mientras Ernest se abre camino a través de un frío complot al estilo "Gaslight" para robar la fortuna de su esposa. Sin duda alguna, las actuaciones son el gran entretenimiento de esta historia.

La ambivalencia del país hacia los nativos facilita su trabajo y, sin empantanarse en el contexto, “Killers” ilustra algunas de las formas en que el sistema fue diseñado para defraudarlos, como certificar a varios osage como “incompetentes”, de modo que los hombres blancos serán asignados para administrar sus fondos fiduciarios. Otros cobran a los nativos precios escandalosos o contratan pólizas de seguro para cubrir sus deudas, como King hace con Henry Roan (William Belleau) antes de liquidarlo. King, políticamente bien conectado, tenía a las autoridades en el bolsillo y el valor para llevar a cabo una buena parte de sus intrigas al aire libre. En lugar de telegrafiar su duplicidad, De Niro recurre al encanto, sirviendo como una especie de figura de padrino para todos en Fairfax, aunque las acciones de King sugieren que cada línea podría pronunciarse con los dedos cruzados a sus espaldas.

La forma obvia de contar esta historia (la que Grann tomó para su libro) sería como una investigación criminal. Pero la película causa una impresión más fuerte al pedir al público que se identifique con los asesinos, al tiempo que muestra cómo esta conspiración afectó a la Nación Osage. En un par de ocasiones, Scorsese nos lleva a las reuniones del consejo tribal, donde los portavoces nativos se quejan de que a nadie le importan los asesinatos entre ellos. Si quieren que se investiguen las muertes, tendrán que pagarlas ellos mismos. Cuando finalmente envían a un representante a Washington, DC, para dirigirse a la oficina de Asuntos Indígenas, ese hombre termina asesinado a golpes en una zanja. Y cuando Hoover envía a un ex Ranger de Texas, Tom White (Jesse Plemons), Ernest y King apenas le dedican la hora del día.

White finalmente resolvió el caso, para gloria del FBI, aunque esa parte de la película casi se detiene cuando Mollie se tambalea al borde de la muerte, como lo indican las visiones del búho que su madre identificó como un presagio antes de su propia muerte. En una escena escalofriante, esta mujer alguna vez orgullosa, estoica e incluso indignada mira a su marido en su rostro barrigón y patético y exige saber qué le dio. Scorsese construye el prolongado clímax de la película en torno a la elección de Ernest: ¿protegerá a King hasta el amargo final, o testificará contra su tío y tal vez salvará a Mollie en el proceso? La decisión se reduce al destino de sus hijos, quienes de alguna manera no recibieron mucha atención en las tres "cortas" horas de ejecución.

Entonces, ¿cómo justifica Scorsese ese maravilloso tiempo? Al rodar la película en Oklahoma, él y el director de fotografía Rodrigo Prieto sumergen al público en la comunidad rica en petróleo, presentando carreras callejeras y desfiles en el centro,  en compañía de una cinematografía que glorifica la colorización natural que representa a los nativos americanos y los campos terrenales de Oklahoma, y la rusticidad de la época. Los picnics y los congresos aportan algo más que valor de producción, ya que sitúan esta increíble historia en un lugar y un tiempo singulares.

Sin embargo, ni eso, ni la supuesta complejidad de los casos de corrupción, ni siquiera la detención en los detalles justifican este estiramiento tan innecesario de tiempo, donde se siente más como una larga carta de súplica de perdón, buscando con desesperación redimirse por alguna culpa ante los hechos que ocurren en la historia, y por lo tanto termina siendo una apropiación errónea de una historia que no le corresponde contar. Se siente extraño, Marty... desde mi punto de vista, te quedan mejor las historias de gangsters y crímenes en New York. Pero lo más cruel ocurre en una de las escenas finales, donde un programa de radio respaldado por Hoover intenta resumir lo sucedido en el juicio final. Es una forma brusca de envolver una película que hasta ahora se ha tomado su tiempo para narrar la trama. Debería servir como un recordatorio de que nadie le está diciendo que no a Scorsese, o peor, que no está encontrando la mejor manera de darle un cierre acorde a sus películas. 

Que esta crítica no desglorifique lo increíble que fue la película desde una perspectiva actoral, el alto nivel de producción en su cinematografía y diseño, o incluso la musicalización tan cercana al público del que busca un perdón. Le esperan grandes nominaciones y seguro una fuerte competencia con otros grandes títulos del año. Pero que sí sirva como una carta pública a los estudios, productores y cineastas más establecidos de que ya es hora de respetar los tiempos tradicionales de pantalla o pasar la historia por un medidor de hilo narrativo antes de su proyección, aún si su director es Martin Scorsese.


Killers of the Flower Moon
Título en español: Los asesinos de la luna

Ficha técnica

Dirección: Martin Scorsese
Producción: Dan Friedkin, Bradley Thomas, Martin Scorsese, Daniel Lupi
Guion: Eric Roth, Martin Scorsese
Basada en "Killers of the Flower Moon" de David Grann
Música: Robbie Robertson
Cinematografía: Rodrigo Prieto
Montaje: Thelma Schoonmaker
Reparto: Leonardo DiCaprio, Robert De Niro, Jesse Plemons, Brendan Fraser, Lily Gladstone, Tantoo Cardinal

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