viernes, 27 de diciembre de 2024

Crítica Cinéfila: Maria

La tumultuosa, bella y trágica historia de la vida de la cantante de ópera más importante del mundo, revivida y reimaginada durante sus últimos días en el París de los años setenta. 



Si Hollywood ya no sabe qué hacer con sus actrices, lo mejor que podría hacer es enviar más de ellas a Pablo Larraín. En lugar de colocarlas frente a una pantalla verde, el autor chileno tiene un don para emparejar a las actrices con papeles biográficos que aprovechan todo el potencial de sus talentos y las hacen parecer diosas. Lo hizo en 2016 con Natalie Portman como Jacqueline Kennedy, y en 2021 con Kristen Stewart como la princesa Diana. 

Ahora en 2024 es el turno de Angelina Jolie, quien en la muy esperada película biográfica de Maria Callas –la tercera parte de una trilogía informal sobre mujeres históricas– ofrece su mejor interpretación en al menos 15 años. Lejos de obligarla a deshacerse de su imagen glamurosa existente, la película la redobla y la eleva hasta extremos regios. Sin mencionar los rumores sobre los Oscar que ya están circulando. Uno querría enviar a esta mujer a recibir a visitantes extraterrestres.

Al igual que en Jackie y Spencer, "María" ofrece una vista panorámica de su protagonista a través de una ventana temporal en forma de saetera: en este caso, la última semana de la vida de Callas. Con la voz debilitada y el estrellato desaparecido, la gran soprano vive recluida en París con su fiel criada (Alba Rohrwacher) y su mayordomo (Pierfrancesco Favino), este último que pasa la mayor parte del tiempo intentando encontrar el lugar adecuado para el piano de cola de su patrona. El guión de Steven Knight gira en torno a una dinámica trágica poco habitual: Maria ha sobrevivido a su carrera operística mientras que su leyenda ha pasado a la historia sin ella, dejándola sola para sopesar el coste de ambas. Pasa tiempo con un pianista, intentando inútilmente recuperar la voz que quedó plasmada en sus viejas grabaciones de vinilo. 

Así como Diana en Spencer conversaba antes de acostarse con el fantasma de Ana Bolena, María tiene su propio interlocutor espectral. Se llama Mandrax (Kodi Smit-McPhee), es la personificación de sus sedantes recetados y toma la forma de un joven periodista libertino que la interroga durante sus paseos solitarios. Los recuerdos de su vida anterior también vuelven en blanco y negro: algunas actuaciones tempranas magníficamente escenificadas (con audio combinado de las voces de Jolie y Callas), además de escenas de su romance con el magnate naviero Aristóteles Onassis (Haluk Bilginer), cuyo afecto entrelazado y crueldad hacia ella está dramatizado de manera sustanciosa.

Al ver a Marilyn Monroe desearle un feliz cumpleaños al presidente Kennedy, Callas comenta que incluso una artista con una voz relativamente normal puede causar una buena impresión. “A nadie le importa su voz”, responde Onassis, “así como a nadie le importa su cuerpo”.

Onassis está preocupado por su propia fealdad, lo que parece una pista del enigma de su relación, que tal vez la película podría haber hecho más por resolver. Aquí tampoco hay muchos de los toques de gracia extravagantes que Stewart tuvo que interpretar en Spencer: Jolie tiene mucho espacio para deslumbrar, pero menos para sorprender. Pero deslumbra, con una fina comprensión de hasta qué punto puede ser exagerada sin que los procedimientos se vuelvan demasiado operísticos para su propio bien.

La mayoría de las grandes óperas se inclinan tan ardientemente hacia la tragedia, la pérdida y la muerte que, para los no creyentes, corren el riesgo de desplomarse en el campamento, y lo mismo ocurre con María, que no puede ver un grano de arena sin hacer una montaña; no puede ver una línea de risa sin tratar de exprimirla en lágrimas. "María" demuestra ser una obra más forzada y egocéntrica, crucialmente más esclava del culto al gran artista. Callas llega tarde al ensayo. A su pianista no le importa. "Eres María Callas, no llegas tarde", le asegura. "Todos los demás llegan temprano". Si toda ópera invita al desastre, se deduce que las buenas se inclinan hacia el peligro, manteniendo su nota de patetismo lastimero para enredarnos lentamente en el drama. Y así lo demuestra la magnífica y declamatoria María, una película que es tan preciosa y difícil de manejar como ese molesto piano de cola. 


María

Ficha técnica

Dirección: Pablo Larraín
Producción: Juan de Dios Larraín, Jonas Dornbach, Lorenzo Mieli, Pablo Larraín, Janine Jackowski, Maren Ade, Simone Gattoni
Guion: Steven Knight
Cinematografía: Edward Lachman
Montaje: Sofía Subercaseaux
Reparto: Angelina Jolie, Pierfrancesco Favino, Alba Rohrwacher, Haluk Bilginer, Kodi Smit-McPhee

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