Hay una ciudad en un punto de California, protegida por montañas y billboards, donde las playas son frías y el desierto es seco y ventoso; donde cada colina está repleta de casas y condominios, las comunidades tienen más salas de cine que supermercados, y conoces más artistas que personas con oficios tradicionales.
Los Angeles es como el territorio de "Boardwalk" cuando juegas Monopoly: todos pasan cerca pero muy pocos llegan a aterrizar ahí, y los que sí llegan lo hacen con ansías de posesión, sin saber que se convertirá en una pelea de quién tiene más. Pero este no es territorio para todos los que se quieren dedicar al mundo del entretenimiento, pues no todos serán aceptados o entenderán las reglas de juego. Es un mini-universo que se siente más como un club exclusivo al que debes pagarle una membresía anual para poder pertenecer, porque la competitividad se siente en cada avenida y todos están lanzando su carrera de manera particular.
Todo esto sonará como un desaliento, pero al final del día debo admitir algo que no lo digo todo el tiempo: estoy enamorada de esta ciudad. Me enamora su constante impulso por ser mejor en lo que sea que hagas; me apasiona ese acelere cuando entras a las salas de los festivales independientes y sueñas con ver tus proyectos allí; y me enorgullece como no solo se destaca el talento que nace aquí sino también el que florece en y desde cualquier parte del mundo.
Me abrió sus puertas, tanto al nivel personal como profesional. Aquí no solo practiqué el reconocimiento de cuáles son las películas que hacen que Hollywood sea lo que es hoy en día, sino también reconocí cuáles son aquellas que, sin ser de esta industria, llegan a ser tan amadas como las películas originarias de la famosa ciudad. Pero también me enseño a apreciar más el cine como un arte y no solo como un negocio.
Sin embargo, y dejando a un lado todo el amor por el cine que se respira, ninguna experiencia laboral se comparará con el hecho de haber tenido la oportunidad de caminar sus calles, memorizarlas a un punto que, sin importar dónde esté, no necesito Google Maps para ubicarme. Sonaré como una guía turística, pero así como podría dar talleres de mi propio país, así puedo pasear esta ciudad con confianza y decirte que autopistas llevan a donde. Si te ubicas en el mismo centro de La Cienega Boulevard con Wilshire avenue, tienes una vista de 360º de Los Angeles: hacia el Este encontrándote con Downtown LA, y hacia el Oeste tropezando con Beverly Hills, mientras que al Sur está el famoso sector de Santa Monica y hacia el norte te encuentras con el codiciado letrero de Hollywood. Si caminas el Gower St hacia la colina tendrás la foto con el gran letrero de fondo, y si quieres caminar el paseo de las Estrellas, se extiende desde La Brea avenue hasta Gower St, y desde Hollywood Blvd hasta Sunset Blvd. Si quieres encontrarte con famosos, todo dependerá del sector donde los quieres encontrar, mientras que si quieres apreciar el arte de la ciudad, debes dirigirte a West Hollywood, La Brea y Vermont.
Tanto que me querían convencer de dejar de utilizar el transporte público, cuando siento que descubrí lugares gracias a que nunca dependí de un carro propio. Hoy puedo decirles a muchos que andar a pie ha sido un lujo y no un sacrificio, y que aunque nunca dejaba de preocuparme por mi seguridad, no dejaba de explorar zonas que muchos temían por no salirse del mapa turístico. Gracias a esto, puedo decir con confianza que Santa Monica no es solo el Pier y que Downtown no es solo el Staples Center; que hay muchos más mercados que el Central Market, pero que el de The Grove siempre será mi preferido; que ya no me da vergüenza montarme en un scooter ni en una bicicleta, y que ya me pueden dejar en un parque el día entero con dos libros y lo disfruto con tranquilidad.
Pero que nada de esto se confunda con obsesión ni costumbre. Te aseguro que te pasaría lo mismo si vinieses de visita, pues a pesar de ser una de las ciudades más grandes del país, hay algo muy particular en sus calles que hacen que cualquiera se sienta cómodo, como si andase en tierras conocidas.
Hay tantos lugares que voy a extrañar que me resulta difícil no hacerlo sin sacar mi librito y comenzar a hacer una lista. Pero si debo sacar mis favoritos rápidamente, extrañaré andar en la ciudad y siempre encontrarme con valles; ir a Universal City Walk porque voy al cine pero quedarme hasta la noche cuando el parque está vacío; ir a festivales, screenings o eventos a nivel general, y poder conversar con sus artistas; trotar alrededor de Burbank y solo toparme con los lotes de los estudios; o ir de pasadía al Griffith Observatory y admirar la vista Los Angeles.
Hace tres años me abrió sus puertas sin mucho esfuerzo y me dejó conocer aspectos que solo los que exploran con mayor cuidado logran entender de esta ciudad. Se convirtió en una escuela sin necesitar un salón de clases, y un libro de lecciones y experiencias diarias sin ser esperadas; se convirtió en un espacio, donde el trabajo era lo primordial y los rodajes eran casi todos los fines de semana, pero se sacaba tiempo de vez en cuando para visitar un museo o simplemente irnos de brunch hasta que cerraran el buffet.
Son tres años aquí, pero ya me puedo ir con lágrimas de nostalgia y felicidad a la vez. Pues sé que siempre puedo volver por razones de trabajo, de visita y hasta de turista, aunque ya no me sienta así.
Gracias Los Angeles. Me diste una familia, amigos, colegas de por vida, independencia y un lugar al que siempre podré llamar hogar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario